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miércoles, 16 de julio de 2008

A=A número siete

Aunque el blog ha pasado por dos etapas distintas y un buen break, para fines cuantitativos esta es la entrada número 100!! Eso me hace feliz y para seguir con el espíritu de compartir eso que nos encanta -que es el motivo por el que estoy yo aquí escribiendo y ustedes visitándome- en esta ocasión les obsequio esta revista que se llama A=A, editada por Deyanira Torres y Pepe Rojo, y bellamente diseñada por Nuria González Pie y Nacho Peón.

La idea es que se repartieron 24 ilustraciones entre 24 escritores, para que escribieran algo a partir de la imágen propuesta, y el producto es este. Una revista con historias grasosas, diálogos, cartas, monólogos mentales, conversaciones telefónicas, guiones, aforismos, crónicas y hasta listas del mandado. Algo para hacer más disfrutables esas largas horas muertas en el camión, en el metro o en el baño.

Incluye textos de gente bien conocida en el under (jojo! el under...) como Kyzza Terrazas, Güili Damage (sí, el Esquizito), Mauricio Bares, Guillermo Fadanelli, Ejival, José Luis Zárate, Alfredo Fernández (de Mamá Pulpa), Joselo Rangel (ya saben de dónde, see), Fran Ilich, Norma Lazo, Rafa Saavedra, Bernardo Fernández (BEF) y Pepe Rojo entre otros (Luis Macías, Ricardo Cárdenas, Jorge Angulo, Luis Rojo, Julián Herrera, Bitchy Blue, GRRR, W. Perec, Cynthia Ramírez, Rafael Tonatiuh, David Rey).

Las ilustraciones están a cargo de Nacho Peón, Rubén Bonet, Bachan, Ida Moh!, Goaud A. Moore, Aliosha del Angel, Julián Herrera, Rodrigo Cruz, la Asociación Brutal Mexicana, Gerardo Yépiz, Miguel Murillo, Adolfo González, Mónica Peón, Eduardo Salgado, Ernesto Villavicencio, Alejandro Magallanes, Tania Candiani, Magdalena Barrón, Alejandro Rodríguez, Carcass, HDT seis.ocho, Julio Orozco, Raymundo López Romero y Raúl Domínguez.

Me acuerdo que esta revista la compré hace como ocho o diez años en un festival en León, Gto. Esa vez también conseguí una Sub y una Nitro. Ahora supongo que ya estará agotada, por eso espero que no haya problema por subirla aquí. Todo el material está debidamente acreditado y este espacio no persigue ningún fin de lucro, sólo busca difundir y hacer accesible a todos un producto muy chido que ya no hay forma de conseguir de otro modo. Espero que los que la lean la disfruten, y si es así, sigan buscando más de estas revistas, que es la mejor manera que tenemos de asegurarnos de que se produzcan y cada vez haya más. Ahh, y si ustedes tienen material como este, compartan!! no sean díscolos ehh!

Traté de escanear la portada, pero como es plateada y brillante, no se pudo. Así que por eso esta vez se las estoy modelando yo. Ja!

MI ALTER EGO. Luis Macías.

Hoy me desayuné un café, un faro y un churro. Es extraño pero siento la panza llena. Antier me pasé unos pedazos de yerba y todavía guardo parte de los tacos de sesos que me comí ayer. Es descabellado traer parte del cerebro de un animal en el estómago. A eso se refiere Burroguhs cuando remite al hombre a su condición canibalesca, depredadora. Sí, seguramente son los tacos, no he defecado en dos días.

UN DISEÑO PARA VIVIR. Ejival.

Necesito oxígeno letal. Necesito más de todo eso que aún no conozco, necesito ruido blanco y atmósfera profunda y delicada. Soy un niño perdido en este supermercado y los colores de las cajas de detergente alivian el estigma emocional de sentirme solo. Mamá y Papá ya se fueron. Me quedo pensando en mis amigos y en los sueños que su familia planeó para ellos. Lo veo en sus caras, no son tan felices. Los resultados no son como les dijeron que iban a ser. Necesito que alguna mano toque mi pelo.

FIXA UN SIGN! R. Svor.

Dame chispas de fe, puta de lenguaje cifrado. Chupa mi pene binario en un abismo darkie para hermanos insaciables. Golpéate con ritmo sádico frente al Sony de importación. Vidéame like a sex shop en eroticolor. Smile or die. Make me feel like un puerco con posgrado. Hagamos un snuff o parodiemos a Candy. Candy en un threesome psomo de HD. Faxéame tu cero-uno abierto. Quiero meter mi lengua en ello. ERESítame con tu oculto simbolismo, con tu status de HIV negativo, con tu dirty telenoticiero (Burroughs es un dios borrado). Agita tu backpack perrita or yeah... take me up to nothing (it's my life, so ESC me!). Mi semen es un chorro de luz que baña los recuerdos de tu infancia damage. Fixa un sign en la frontera del inconsciente Bandai. Can you dream again o prefieres gasolina? Don't touch me, llevo in my head una corona de espinas. A-C-E-P-T-A-L-O, darling, la libertad has always been un alien.

CRÓNICAS CHAQUETAS. Alfredo Fernández.

A mí me gusta masturbarme. A otros les gusta ir al cine o leer o coleccionar estampitas de beisbol, tomar cerveza y gritar en las discotecas o jugar pócar o mirar videos en telehit. A mí me gusta masturbarme y ya.
Ahora mismo tengo ganas de hacerlo, así que voy al baño y pienso en unas magníficas nalgas. No utilizo revistas porque son muy caras y con la imaginación basta y sobra. podría decir que el dinero que ahorro en pornografía, lo aprovecho para comprar alcohol y drogas. Pero eso no es cierto.

QUERIDA MELISSA:
Grrr.

Lo que más me gusta de este lugar es mi peinado. Aquí todos son bien punks.
Además, me ahorro los dulces; todas las noches pasa un cabrón y nos da por mayoreo. Yo creo que son medio socialistas porque a todos nos dan la misma cantidad de la misma chingadera. No hay pedo, últimamente no me preocupan mucho mis inclinaciones políticas. Neto.
Aquí hay puro cabrón importante: está Napoleón, Hitler y el asesino de Colosio y de Kennedy y de John Lennon (ése güey sí se la mamó, me cae). ¿Con quien crees que comí ayer? Con el meritito Jesús Cristo. Tiene problemas de digestión. Graves. Y no sabe sumar.

VIDA INTENSA. Fran Ilich.

Nosotros vivíamos intensamente. Nos despertábamos y nos mirábamos las caras, salíamos al patio a tomar Coca-Cola y al anochecer jugábamos Monopolio. Esa era la vida y la vivíamos intensamente. Otras veces cuando queríamos romper el molde y verdaderamente hacer algo, entonces tomábamos nuestros Nike Air y nos poníamos short, agarrábamos crystal de nuestros cajones y lo aplicábamos al gusto.
Había quien prefería usar focos de luz, pero a la larga eso se convertía en un gasto difícil de mantener, suponiendo que no hubiera manera de conseguirlos gratis. Cosa que generalmente no sucedía sin recurrir a tomarlos de otras casas. A veces se podía, pero llegaba el momento en que los vecinos comenzaban a echarlos de menos cuando prendían el interruptor de luz y no sucedía nada. Y eso era un poco mala onda.

INTIMIDAD. Pepe Rojo.

Chipilo. ¿chica? lyncott. ¿grande? cuatrocientos gramos. mírala que puta. alpura. me gustaría ser. tocino. así. fud. no pienso. zwan. hablar con él. 40%. todos cambiamos. panela. ¿cuánto he cambiado yo? trescientos gramos. no va a alcanzar. suizo. nos matamos. dulce. un poquito. jello. cada noche. pero lo quiero. bimbo. un poquito. integral. quiero un anillo en el ombligo. yesterday. o en. all my troubles. no me atrevo. seem so far away. quiero algo nuevo.

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A = A, número siete
Editorial Pellejo


Hazla tuya aquí.

sábado, 7 de octubre de 2006

Ella se llamaba Sara


Estamos jodidos, estamos jodidos, canturreaba Sara mientras corríamos por calles oscuras que no conocíamos. Atrás de nosotros: los malos de la película. Y bueno, ni tan malos; al fin y al cabo Sara había aventado un ladrillo al parabrisas del carro de uno de los tipos (seis, diez, veinte, treinta, cientos, lo juro, eran un ejército), aunque claro, el muy imbécil se lo había buscado. Uno no anda por esta vida diciendo qué desperdicio de mujer, pinche marimacha a gente como Sara. Ella sonrió y me dijo: vámonos de esta fiesta. Cuando salimos corrió a buscar un ladrillo y lo aventó contra el parabrisas de un carro que estaba estacionado frente a la casa de la fiesta. Obviamente salieron a ver qué había pasado, aunque nosotros ya habíamos empezado a correr porque, para variar, no teníamos carro. Corrimos hasta que sentimos que nuestros corazones iban a estallar. No era un deporte nuevo. Todavía tengo dos cicatrices en la frente porque a un tipo, al que Sara había insultado, decidió que mi cabeza debía besar apasionadamente el pavimento cinco veces. De las primeras dos les puedo platicar con todo detalle, de las otras tres sólo sé porque Sara me contó después. Ese era el inconveniente de ser el amigo masculino de Sara. Hay tipos tan pendejos que si una mujer los insulta, piensan que tienen el derecho de partirle la madre a su amigo, como sucedía comúnmente.

Bueno, corríamos por calles con camellón sin saber a dónde iban y tratábamos de cambiar de ruta rápidamente porque nuestros perseguidores tenían que dar vuelta en sus coches, y así sería más difícil que nos alcanzaran. Llevábamos las de perder. Faltaban muchas calles para llegar a alguna avenida donde se pudiera tomar algún transporte y nuestros perseguidores tenían por lo menos cuatro carros. Además, estaban realmente emputados.

-A ver si la próxima vez mejor ponchas sus pinches llantas –le dije, y ella trató de sonreír. Pero no podía, estaba cansada. Parecía que esta vez sí íbamos a perder. No se oían ni veían carros por ningún lado. Sabíamos que era cuestión de suerte. O llegábamos a un camión y dormíamos en una cama, o nos encontraban y quién sabe qué pasaría.

-Carajo contigo, ni siquiera me dijiste lo que ibas a hacer.

-No mames, siempre te da miedo; además, si te hubiera dicho, no me hubieras dejado. Mejor cállate, no te acuerdes y camina más rápido.

Cuando oíamos un carro tratábamos de parar y escondernos atrás de un árbol o de otro carro y esperar a que pasaran. La noche estaba tranquila aunque hacía frío.

-Además tú eras el que querías venir a esta pinche fiesta. Te he dicho mil veces que me cagan las fiestas en los suburbios. Puros pinches fresas.

Sara seguía reclamando y verla era todo un espectáculo. Estaba sudando y sus ojos brillaban por la sobredosis de adrenalina. Era guapa, bueno, no solamente guapa. Era bonita, y esa no es una palabra que me guste usar. Lo peor es que era bonita como en los comerciales, como en esa fotografía imaginaria que tiene todo padre al pensar cómo va a ser su hija. Y no había otra cosa en el mundo que Sara odiara más. Tenía un problema con su belleza. Por eso se había rapado. Por eso usaba siempre pantalones holgados, para que nadie se asome tratando de verme el culo. Por eso tenía un arete en la lengua, otro en el ombligo, tres en cada oreja, y estaba ahorrando para hacerse uno en el pezón. Yo siempre le decía que tarde o temprano tenía que hacerse uno en la vagina. Y siempre respondía lo mismo: No mames, qué mal gusto, imagínate qué pensarían mis hijos, imagínate la chinga en el parto, y se echaba a reír. Es curioso: mientras más mutilaba su cuerpo, más guapa se veía, y más difícil era no voltear a verla.

Pepe Rojo,
Ella se llamaba Sara (cuento, fragmento)
De Yonke, 1998.

martes, 1 de agosto de 2006

Conversaciones con Yoni Rei

CORTE A:
Fotografía de Yoni Rei con cara de felicidad, mientras conecta una terminal eléctrica al soquet que tiene en la cabeza, directo a sus centros de placer.

Yoni Rei tenía que ir cada semana, imaginen ustedes, a la sucursal indicada por la corporación para que le dieran una dosis de Fribidol, necesaria para poder vivir. Todos los ahora jóvenes resultado de este experimento lo tienen que hacer. ¿Por qué? Eso es fácil, los hacían adictos desde pequeños, era una forma de control. Una voz metálica y engañosamente amable, le decía: Yoni Rei, deja de jugar con la pierna mecánica de tu compañero, o deja de jalar los cables de tu hermanito, o vuelve a poner la batería de tal o cual muchacho en sus espalda, o no te vamos a dar de tus dulces. Y los dulces eran tabletas de Fribidol cubiertas de caramelo. Y Yoni Rei lloraba con los primeros síntomas de necesidad de la droga, cuando las conexiones que unían su piel y los circuitos electrónicos empezaban a doler como una continua extracción dental, cuando su boca se llenaba, lentamente, del sabor a la desesperación, del saber que tienes una comezón que no puedes rascar, de la sensación de que hay insectos que hacen sus nidos y tienen sus crías bajo tu piel, de esa hambre insaciable del alma que sufre cualquier drogadicto. Quizás por eso Yoni Rei se sacó un ojo, con sus propios dedos, cuando tenía seis años de edad. Pero no tenía que preocuparse; gracias a la ciencia moderna, gracias a la tecnología y a la buena voluntad de TELCOR, Yoni Rei recibió un ojo nuevo, un ojo metálico, un ojo impuesto en su cuerpo con tanta violencia como fue arrancado.


Pepe Rojo, Conversaciones con Yoni Rei (cuento, fragmento)
De Yonke, 1998.