Mostrando las entradas con la etiqueta antologías. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta antologías. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de junio de 2012

Manual de Literatura para Punks




A Kiko Amat lo conocí por ese librazo llamado Cosas que hacen BUM. Desde un principio me sorprendió su fresca irreverencia, su prosa divertida y sin freno. Sobre todo, la forma en que volvía tan cercanos a esos personajes ligeramente transtornados, ambiguos entre la adolescencia más cotidiana, tierna, y una subversión cabrona y clandestina. Todo esto aderezado con referencias a verdaderas joyas musicales setenteras. En fin, un librazo, ya lo dije.

Y como escanear todo el libro me llevaría un par de años de los cuales no dispongo, les traigo a cambio su famoso Manual de Literatura para Punks. Según tengo entendido este Manual fue publicado hace unos tres años para el fanzine La Escuela Moderna y ha sido utilizado por Kiko en un par de talleres literarios en Barcelona. No lo sé bien. Yo lo extraigo de la antología que recién publicó la revista Generación sobre la Contracultura en México, llamada La Cresta de la Ola, muy buena también por cierto.

A primera vista, este dichoso manual es una simple lista de consejos como los que daría cualquier otro escritor. En efecto, de eso se trata. Lo interesante es corroborar cómo el mismo Manual es un perfecto ejemplo de cada uno de los 17 puntos que Kiko Amat nos propone para crear literatura, literatura con cojones como él dice.

viernes, 18 de mayo de 2012

Historia con Monstruos




Un día alguien me prestó un libro y olvidó pedirlo de vuelta. En ese libro venía este cuento y este cuento lo leí mil veces hasta que, otro día, no pude evitar regalar el libro a alguien más esperando que, como yo, leyera ese cuento hasta cansarse. A veces me gusta pensar que es un libro vagabundo, que gusta viajar de mano en mano, de librero en librero, buscando a ese último lector que por fin decida prenderle fuego.

Ayer, otro ejemplar idéntico cayó en mis manos y pasé toda la noche transcribiendo el cuento que tanto me había fascinado: Historia con Monstruos. El autor es Rodrigo Fresán, un argentino al que no he dejado de leer desde entonces, aun cuando la mayoría de sus libros son realmente difíciles de conseguir aquí en el D.F. Les resumo un poco la historia: Stanley Kubrick y la Ciencia Ficción, Susan Cabot y el Cine B, Diane Arbus y sus fotografías de "gente especial" y fenómenos de circo, ambulancias con fondo musical de los Violent Femmes...; y uno no puede dejar de preguntarse quién chingados se cree este argentino para escribir un cuento tan jodidamente bueno a partir de retazos de otras historias. Un texto, en verdad, fuera de quicio.

Bájenlo de acá:


HISTORIA CON MONSTRUOS RODRIGO FRESÁN ALMANAQUE: INVASORES DE MARTE (Antología) Editorial Mondadori 2000

jueves, 27 de octubre de 2011

Un poema de Fernando Paredes



Cuando me veas barbón
y usando suéter cachemir
no te acerques
no digas nada

... ando mal

traigo caspa en los ojos
lagañas en las manos
mocos en la boca
escurrimientos en el corazón

Entonces soy el cerebro
cansado de pensar

El alma inservible
del viejo transistor

El perro abandonado
por la niña de labios rojos

Y soy también
todo lo idiota que puedas imaginar.

Cuando me veas caminando
y hablándole a la calle
no te acerques
no me llames

ando mal

Se me ocurre matar
a la señora del peinado raro

al estudiante de zapatos blancos

a la muchacha que ríe y ríe y ríe

Se me antoja morir

a las cinco de la tarde

a las diez de la mañana

el lunes el martes el miércoles

y los días de guardar

Se me olvida tu nombre
tu cara
Se me olvida lo que te dije ayer
cuando te quería

Cuando me veas sentado
enfrente de tu casa
llama a la policía
Saca el cuchillo cebollero
Y vigila tras la cortina

Ando mal
y estoy pensando
en subirme a tu cuerpo
morder tu cabello
lamerte las manos
chuparte la boca
romperte el vestido
y quedarme pegado a ti
así
todo el día

Llama a los vecinos
Al presidente de colonia
Al diputado Barraza
A los ángeles azules
A san Benito
A san Cuauhtémoc
A san Nicolás

Llama al imbécil ese que tanto te gusta

Ando mal
y estoy pensando.

Cuando me veas leyendo
un libro de forros desgastados
huye despavorida:

un cadáver exquisito
me está enseñando
a odiar al mundo
con minucia selectiva

Me está diciendo
que todo se repite

una y otra vez
una y otra vez
una dos tres

Me está poniendo en la cabeza
pájaros moribundos
asteroides destrozados
kilos de ceniza
chapopote burbujeante
y gordas cucharadas
de inanición

Entonces soy todos los defectos de la Historia

La garantía vencida el mes pasado

El agujero a donde se te fue la risa

El cumpleaños en que nadie tocó a tu puerta

La sensación
de no estar haciendo
algo bueno
con la vida

Soy algo informe
que te informa
de lo que nunca te querías enterar...

Pero si un día me ves esperando
a que pase un taxi
cerca de la madrugada
y respondo a tu saludo

detente
abre la puerta
invítame a subir
llévame a casa
y platícame sin prisas
cómo es que te va
Pasaremos un buen rato
recordando aquella vez en que…
Fernando Paredes


Tomado del Libro
Al Diablo Adentro
Disculpe Las Molestias Ediciones, 2009, México D.F

viernes, 9 de septiembre de 2011

Fauna de los Estados Unidos




La jocosa mitología de los campamentos de hacheros de Wisconsin y de Minnesota incluye singulares criaturas, en las que, seguramente, nadie ha creído.

El Hidebehind siempre está detrás de algo. Por más vueltas que diera un hombre, siempre lo tenía detrás y por eso nadie lo ha visto, aunque ha matado y devorado a varios leñadores.

El Roperite, animal del tamaño de un petiso, tiene un pico semejante a una cuerda, que le sirve para enlazar a los conejos más rápidos.

El Teakettler debe su nombre al ruido que hace, semejante al del agua hirviendo de la caldera del té; echa humo por la boca, camina para atrás y ha sido visto muy pocas veces.

El Axehandle Hound tiene la cabeza en forma de hacha, el cuerpo en forma de mango de hacha, patas retaconas, y se alimenta exclusivamente de mangos de hacha.

Entre los peces de esta región están los Upland Trouts que anidan en los árboles, vuelan muy bien y tienen miedo al agua.

Existe además el Goofang, que nada para atrás para que no se le meta el agua en los ojos y es del tamaño exacto del pez rueda, pero mucho más grande.

No olvidemos el Goofus Bird, pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo.

El Gillygaloo anidaba en las escarpadas laderas de la famosa Pyramid Forty. Ponía huevos cuadrados para que no rodaran y se perdieran. Los leñadores cocían estos huevos y los usaban como dados.

El Pinnacle Grouse sólo tenía un ala que le permitía volar en una sola dirección, dando infinitamente la vuelta a un cerro cónico. El color del plumaje variaba según las estaciones y según la condición del observador.


Jorge Luis Borges
Manual de Zoología Fantástica
Breviarios del Fondo de Cultura Económica
México, 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

Para una breve poética del rock

Carmen Leñero (México, 1959) es poeta, traductora, dramaturga y cantante. Tal vez a algunos les parezca un tanto pretencioso el intento de crear una poética del rock: la idea de teorizar a éste, de ceñirlo a cierto orden literario puede parecer contradictoria con la naturaleza cabrona y caótica del mismo. Nada más falso. Es precisamente esa contradicción, esencial sólo en apariencia, la que ayuda a la autora a ubicar y describir ese sitio donde el rock y la poesía se entrecruzan, demostrando así, en este breve ensayo, que los vínculos entre ambos son tan profundos como definitivos.

Bájense el texto de aquí:

Para una breve poética del rock
Crines, Otras Lecturas de Rock
Carlos Chimal, compilador
Ediciones Era
México, D.F. 1994

domingo, 21 de marzo de 2010

Armando Vega-Gil, dos cuentos



Además de todo su desmadre como parte de la genial Botellita de Jerez, Armando Vega-Gil, se ha dedicado a un chingo de cosas más. Ha transitado por la literatura, el periodismo, el cine, el radio, el teatro y hasta de trata de blancas y de narcomenudeo se le acusa al canijo. 

Dentro del campo de las letras, se le ubica sobre todo por sus crónicas rockeras desmadrosas y escatológicas, que todos conocemos bajo el nombre de "Diario Íntimo de un Guacarrocker", publicadas durante muchos años en la revista La Mosca. Sin embargo, sus incursiones dentro la escritura no terminan ahí.  En el 2006, se hizo merecedor del codiciadísmo -ay sí- Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí, lo cual lo consolidó como un escritor "serio" (ja), más allá del contexto contracultural (jaja). En todo caso, lo cierto es que el Vega-Gil, es todo un estilo por sí mismo y, tomando como estafeta el humor, en su arista más negra y guarra, es capaz de recorrer toda una gama de temas y matices muy poco explorados por otros escritores. 

Aquí les dejo un par de cuentos, incluídos en su antología "CUENTA REGRESIVA, y otras fábulas supernumerarias". A ver qué les parece el guacarrocker: 






(PD. Karla Verde anda desaparecida. Esperemos que vuelva pronto. Mientras tanto, parece que me dejó a cargo del changarro. A ver qué pasa).

viernes, 10 de octubre de 2008

Generación & Monografico.net

Con mucho placer y porque-usted-lo-pidió, pongo a su disposición el libro completo que compila jugosos momentos de la Revista Generación y de Monografico.net. Para mayores referencias puede remitirse al post anterior, pero de una vez le cuento que aquí podrá usted recrearse con ensayos donde Juan José Gurrola, Germán List Arzubide, Carlos Martínez Rentería, Juan Villoro, Guillermina Escoto, Eusebio Ruvalcaba, Guillermo Fadanelli, Rafael Tonatiuh y otros más, reflexionan y debrayan sobre la contracultura. Textos que además se encuentran deliciosamente aderezados con historietas y viñetas como estas:

Póngase vivo y hágala suya porque como todo lo que hay aquí, es para usted y es gratis. Si desea saber más y vive en México, compre la revista Generación, usted sabe que vale la pena. Y si lo suyo son los cómics, puede visitar la página de Monográfico.net y bajarse de ahí muchos números en su sección de descargas. Salud!

viernes, 5 de septiembre de 2008

El ataúd de la Contracultura, Guillermo Fadanelli

Hace poco me encontré este librito (mide unos 10 x 15 cms) que reúne algunos artículos de la revista Generación, así como una muestra de las historietas que se publican en Monografico.net. Por tratarse de dos publicaciones que coinciden en ser transgresoras, provocativas y además longevas, nació la idea de hacer esta antología y en ella todos los textos giran alrededor de lo que se ha dado en llamar contracultura: ¿qué es? ¿con qué se come? ¿existe de verdad?

Miguel Brieva

Las letras están a cargo de Juan Villoro, Rafael Tonatiuh, J.M. Servín, y Eusebio Ruvalcaba, entre otros. En esta ocasión les dejo el texto de Guillermo Fadanelli, El ataúd de la contracultura.

Sí... me gusta mucho Fadanelli, me fascina el contraste que hay entre su ficción tosca y nada pretenciosa, y sus ensayos llenos de lucidez y claridad.

ATA

También les cuento que voy a volver a ausentarme porque me van a operar el ojo que me falta. Pero si les interesa checar la revista completa sólo díganlo y cuando regrese la pongo a su disposición. Quizá no sea rápido pero será seguro, y de antemano les agradezco su paciencia.

Cifré

EL ATAUD DE LA CONTRACULTURA
Guillermo Fadanelli

Es difícil encontrar una opinión común respecto de lo que significa en nuestros días la palabra contracultura. Mucho más complicado es ponerse de acuerdo sobre los escritores o artistas que pertenecen o forman parte de este movimiento. A pesar de las claras divergencias, es más o menos común aceptar que la Contracultura representa el conjunto de obras y actitudes que tuvieron lugar en Estados Unidos durante la sexta y séptima década de este siglo con el fin de oponerse a las instituciones y, en general, al pensamiento racional propio de Occidente: el que en Chicago un grupo de hippies se manifestara para proponer a un cerdo como candidato a la presidencia de Estados Unidos nos habla muy bien del espíritu de aquellos años. Otro ejemplo análogo sería la discusión llevada a cabo por dos internos de un pabellón siquiátrico para saber quién de ellos estaba más loco. Uno afirmaba que no había nadie adentro más perturbado que él y como prueba reconocía haber votado por Eisenhower para presidente de Estados Unidos. Su oponente respondió que su locura no era nada comparada con la suya, puesto que él había votado por Eisenhower en ¡dos ocasiones!, finalmente la discusión quedó saldada una vez que el primero confesó estr tan encabronadamente loco que volvería a votar por Eisenhower una vez más, acto que todos en el pabellón aceptaron como el más estúpido y menos cuerdo que sería capaz de hacer un hombre. La discusión tiene lugar en el libro de Ken Kesey, Alguien voló sobre el nido del cucú.

Estos ejemplos nos muestran (hay muchos más) que la Contracultura estuvo ligada a los movimientos políticos que se opusieron al capitalismo, además que estableció relaciones estrechas con el arte y buscó en el Oriente una inspiración para resistirse a la hegemonía de la marcha del progreso. Esta idea de contracultura proviene de una referencia histórica que supone a los escritores beat (Burroughs y sus amigos) como los ejemplos más publicitados de una literatura contracultural. No obstante, en estos días a pocos les interesa la historia y muchos escritores y artistas utilizan indistintamente las palabras subterránea o alternativa para referirse a una contracultura. En muchos casos poco tiene que ver lo subterráneo con la idea de oposición política o la crítica a las instituciones: yo he tenido en mis manos pubicaciones subterráneas de corte fascista, o fanzines que responden sólo al estímulo de las obsesiones personales.

Es imposible hacer un recuento de los escritores que han pertenecido o forman parte hoy en día de la cultura subterránea: igual que un granjero no sabe con exactitud cuántos y de qué tamaño son los topos que se comen sus hortalizas. Lo que sí es posible hacer es sugerir algunos rasgos naturales del supuesto escritor de la contracultura, de entrada, se trata de un escritor incómodo porque trata en sus obras temas tabú, o porque es un escandaloso o porque sus libros rompen las reglas del juego limpio. La última salida a Brooklyn es la novela de un autor incómodo para la estricta moral de la Inglaterra de mediados del siglo veinte: Hubert Selby Jr. La obra fue juzgada públicamente por un tribunal londinense debido a que, según los acusadores, tendía a depravar y corromper a los lectores. En lo personal recuerdo muy bien el pasaje de la novela en la que una mujer embarazada irrumpe en la fiesta privada de un grupo de travestidos para dar a luz, o la crucifixión de un líder sindical acusado de violar a un adolescente (De Selby Jr. hay un libro más o menos reciente: The song of the silent snow).

ATA

Si deseas leer el artículo completo,
descárgalo aquí


Sonia Pulido

HOY ME PONDRÉ UN DISFRAZ SALVAJE...
ME ACERCARÉ SUSURRANTE Y TE CANTARÉ NUESTRO AMOR HASTA LAS LÁGRIMAS.
SERÁN LÁGRIMAS DE RISA, LÁGRIMAS FANTÁSTICAS
Y TÚ SÓLO PODRÁS BESARME HASTA LA MUERTE.


miércoles, 21 de noviembre de 2007

Mozart con gafas de espejo


Mirrorshades es una antología de cuentos
ciberpunks a cargo de Bruce Sterling y publicada por primera vez en 1984.

De este libro ya antes subimos un fragmento, y en esta ocasión les dejo Mozart con gafas de espejo, del propio Sterling y Lewis Shiner: una delirante y divertidísima fantasía sobre los viajes en el tiempo y los mundos paralelos, con apariciones especiales de Thomas Jefferson, Maria Antonieta y Genghis Khan!!

Que se diviertan, amigos!


* * *

Mozart salió a escena. De su guitarra brotaron arpegios en forma de minueto que sonaban sobre las secuencias de motivos corales. Las pilas de amplificadores retumbaron con ráfagas de sintetizadores, sacadas de una cinta de los cuarenta principales de K-Tel. La enfervorizada audiencia arrojó sobre Mozart confeti arrancado del papel artesanal del club.

Luego, Mozart se fumó un porro de hachís turco y le preguntó a Rice sobre su futuro.

-¿El mío, quieres decir? –dijo Rice-. No te lo creerías. Seis mil millones de personas y nadie tiene que trabajar si no quiere. Quinientos canales de televisión en cada casa. Coches, helicópteros y ropas que te sacarían los ojos de las órbitas. Mogollón de sexo fácil. ¿Te gusta la música? Puedes tener tu propio estudio de grabación que te pone a tope en escena, como con tu jodido clavicordio.

-¿De verdad? Daría cualquier cosa por ver eso. No puedo entender por qué regresas.

Rice se encogió de hombros.

-Quizás lo deje dentro de unos quince años. Cuando vuelva, tendré lo mejor de lo mejor. Todo lo que quiera.

-¿Quince años?

-Sí. Tienes que entender cómo funciona el Portal. Ahora mismo es tan alto como tú, del tamaño justo para un cable telefónico y un oleoducto, y quizás para las ocasionales sacas de correo dirigidas a Tiempo Real. Hacerlo tan grande como para trasladar gente o equipo resultaría increíblemente caro. Tan caro que sólo lo hacen en dos ocasiones; al principio y al final del proyecto. Así que, sí, imagino que estamos atrapados aquí.

Rice tosió violentamente y se bebió su copa. Ese hachís del Imperio Otomano había soltado sus ataduras mentales. Ahí estaba, confiando en Mozart, haciendo que el chico quisiera emigrar, y no había ninguna jodida manera de que Rice pudiera conseguirle una carta verde. No con los millones que querían un viaje gratis al futuro, miles de millones si se contaban otros proyectos como el Imperio Romano o el Nuevo Reino de Egipto.

-Pero estoy realmente contento de estar aquí –dijo Rice-. Es como… como barajar las cartas de la historia. Nunca sabes qué saldrá en la siguiente –Rice le pasó el porro a una de las fans de Mozart, Antonia no-sé-qué. Es genial estar vivo. Mírate. Te va estupendamente, ¿no? –se inclinó sobre la mesa, hacia delante, poseído por una súbita sinceridad-. Quiero decir, todo está bien, ¿no? ¿No nos odiarás a todos nosotros por haber jodido este mundo o algo así?

-¿Bromeas? Estás mirando al héroe de Salzsburgo. De hecho, se supone que su señor Parker va a hacer una grabación de mi último número de esta noche. ¡Me conocerán pronto en toda Europa! –alguien le gritó a Mozart en alemán, desde el otro extremo del club. Mozart le miró y le saludó crípticamente-. Enróllate, tío –se volvió a Rice-. Ya ves que me va bien.

-Sutherland se preocupa por cosas como esas sinfonías que nunca vas a escribir.

-¡Tonterías! No quiero escribir sinfonías. ¡Puedo escucharlas cada vez que quiera! ¿Quién es Sutherland? ¿Es tu novia?

-No, a ella le gustan los locales. Danton, Robespierre, gente así. ¿Y tú? ¿Tienes a alguien?

-Nadie en especial. No desde que era niño.

-¿Ah, sí?

-Bueno, cuando era niño vivía en la corte de María Teresa. Acostumbraba jugar con su hija Maria Antonia. Maria Antonieta se llama a sí misma ahora. La chica más bella de su época. Solíamos tocar duetos. Solíamos bromear acerca de nuestra boda, pero se fue a Francia con ese cerdo de Luis.

-Mierda –dijo Rice-. Esto es realmente sorprendente, ¿sabes?, ella es prácticamente una leyenda en el lugar de donde vengo. Le cortaron la cabeza durante la Revolución Francesa por organizar demasiadas fiestas.

-No, no lo hicieron…

-Eso fue en nuestra Revolución Francesa –dijo Rice-. La vuestra fue una bronca mucho menor.

-Debes ir a verla, si es que te interesa. Ciertamente, te debe un favor por haberle salvado la vida.

Antes de que Rice pudiera contestar, Parker llegó hasta su mesa, rodeado de ex damas casaderas, con minifaldas de spándex y sujetadores con las copas de lentejuelas.

-¡Hola, Rice! –gritó Parker, despreocupadamente anacrónico con su camiseta y sus vaqueros de cuero negro-. ¿De dónde has sacado ese par de palos de escoba sin caderas? ¡Ven, vámonos de juerga!

Rice miró a las chicas que se sentaban alrededor de la mesa y descorchaban botellas de champán de una caja. A pesar de lo pequeño, gordo y repulsivo que era Parker, ellas se acuchillarían sin pestañear por la oportunidad de dormir entre sus limpias sábanas para asaltar luego el botiquín de su baño.

-No, gracias –dijo Rice, sorteando los largos cables conectados al equipo de grabación de Parker.

La imagen de Maria Antonieta le había atrapado, y ya no se libraría de ella.

domingo, 1 de octubre de 2006

Zona Libre


Miró alrededor del Semiconductor y deseó que el Retro Club hubiera abierto ya. Había una fuerte presencia de retros en el RC, incluso algunos rockabillies, y algunos de ellos hasta sabían cómo sonaba realmente el rockabilly. El Semiconductor era un local minimono.

La masa minimono llevaba el pelo largo, extendido sobre los hombros y estrechado hacia un punto en medio de la cabeza, y liso, completamente liso y tieso, por lo que desde atrás cada cabeza tenía la forma de un tipi negro, gris, rojo o blanco. Estos colores eran los únicos aceptables y siempre monocromos; colores planos y sin rayas. Sus ropas eran extensiones estilísticas de su corte de pelo. El minimono era una reacción contra el “brillo” y el caos de la guerra, y contra la economía y la amorfa volubilidad de la Parrilla. El estilo brillo estaba desapareciendo, muriendo.

Rickenharp siempre había sido remiso hacia los estilizados brillos, pero los prefería a los minimono. Después de todo, el brillo tenía energía.

El brillo había crecido como uno más de los provocativos estilos anti-control, populares en las últimas décadas del siglo XX. Se esperaba que un “brillo” llevara su pelo subido, tan alto como fuera posible, ya que de alguna forma esto expresaba, enfatizaba la individualidad y la originalidad de su portador. Cuantos más colores, mejor. No eras un “individuo” a menos que tuvieras un expresivo brillo. Formas de tuerca, ganchos, aureolas, arabescos multicolores. Se hicieron fortunas en las tiendas para moldear pelo estilo brillo, que desaparecieron cuando la moda brillo desapareció. Pero duró más que la mayoría de las modas. Tenían infinitas variedades y el atractivo de su energía para aguantar. Un montón de gente llegó a la conclusión de que era necesario inventar una expresión individual para un modelo político de brillo. Moldea tu pelo según el emblema del país favorito del tercer mundo que está siendo pisoteado (cuando todavía estaban pisoteados, antes del nuevo esquema de mercado). Los brillos eran tan problemáticos que mucha gente se acostumbró a tener postizos listos para ponérselos cuando salían. Y sus drogas también estaban diseñadas para encajar con esta moda. Neurotransmisores excitadores de todo tipo, antidepresivos, drogas que hacían a uno que pareciera resplandecer. Los brillos más ricos tenían cinturones nimbados, que creaban auras artificiales. Los brillos más ortodoxos consideraban que esto era de un narcisismo de mal gusto, lo cual resultaba una broma para los no-brillos, pues para éstos todos los brillos eran floridamente vanidosos.

Rickenharp nunca había teñido o moldeado su pelo excepto para animar su cresta punk.

Pero Rickenharp no era un punk. Se identificaba con el pre-punk de finales de los cincuenta, de mediados de los sesenta y de principios de los setenta. Rickenharp era un anacronismo. Simplemente era un rockero tradicional, tan fuera de lugar en el Semiconductor como lo habría estado un bebop en las discotecas de los ochenta.

John Shirley, Zona Libre (cuento, fragmento)
De Mirrorshades, una antología ciberpunk. 1986.
Edición y prólogo de Bruce Sterling.

martes, 19 de septiembre de 2006

En la madre, está temblando


El viejo se detuvo en la esquina, junto a un puesto de periódicos. Su visión se había ablandado y le costaba trabajo respirar, es la bola de años, se dijo. De vez en cuando le ocurrían pérdidas casi totales de energía, claro que en esta ocasión también están los tragos, pensó.

Frente a él se hallaba la avenida Álvaro Obregón, con sus réplicas de viejas estatuas. Había bancas en el camellón y franjas de prado con jardineras y altos árboles, el sitio perfecto para aterrizar un momento y recargar la pila, pensó al ver una banca desocupada bajo la sombra. Dejó pasar un grupo de autos pero después se lanzó al arroyo conteniendo a los coches con una mano quietos ahí cabroncitos, dejen pasar a La Bola. Lo insultaron con la bocina pero él no se inmutó. Jadeando, se acomodó en la banca.

Ese mediodía era pesado, el aire se había enrarecido por la contaminación y se respiraba una atmósfera reseca, como de aserrín asoleado, calificó el viejo que tomaba aire en la banca. Respiró profundamente varias veces, qué pedo me traigo, pensó y cuando se serenaba un poco lo conmocionó un estruendo de chillidos de llantas, láminas que chocan, cristales estallados. Justo frente a él un auto se detuvo tan abruptamente que el de atrás se le incrustó.

El viejo apenas contenía la temblorina que le dejó el sobresalto, necesito un trago, exactamente. Del bolsillo sacó una botellita de brandy barato y bebió de ella un largo trago; después extrajo lo que parecía una polvera de plástico y que era un vaso plegable; el viejo lo abrió como periscopio. Se sirvió un poco de brandy, lo bebió, plegó el vaso de golpe y observó el lío que el choque había causado.

La circulación se había detenido, muchos vehículos bocineaban neuróticamente y los dueños de los coches discutían rodeados por una multitud de curiosos, arréglense antes de que llegue la policía, dijo alguien, pero lo ignoraron. Los dos conductores se echaban la culpa mutuamente y no cedían. Más gente llegaba a presenciar el pleito que tenía como fondo musical una verdadera muralla de bocinazos.

Ya cállense, masculló el viejo lárguense de aquí con su ruidero, ¿qué no hay un sitio en esta ciudad donde uno pueda cultivar sus achaques en paz?, mascullaba, mira nada más qué descontón… Uno de los conductores había propinado un golpe repentino y terrible a su contrincante, y lo derribó; en el acto procedió a patearlo con vigor. Joder, murmuró el viejo cuando la gente le bloqueó la visibilidad, y se puso en pie para seguir el pleito. Pero, ya de pie, tampoco pudo ver nada, salvo el movimiento excitado de la gente. Sólo advirtió el tumulto que se había formado, el embotellamiento interminable de autos, y se fue llenando de ira desolada, porque a su edad, pensaba, le era difícil reconciliarse con todo eso. Qué cambio tan devastador había tenido la ciudad. Hasta su propia memoria le rehusaba imágenes de esa avenida en la normalidad de muchso años antes, por qué te hicieron eso, mhija, dijo, tan hermosa como eras, cómo pudiste permitir que toda la manada de estúpidos te violara y mancillara, que todos esos zánganos te devastaran, te acabaron los que se sienten los dueños del mundo, que quieren todo rápido y sin problemas, que se creen dueños del futuro y sólo son pobres topos que tragan tierra negra y creen estar en las alturas, igual que los jodidos, infeliz pueblo que te has envilecido, que has pisoteado a los pocos hombres buenos que pariste, siempre sojuzgado por alguien: españoles, franceses, gringos, mexicanos con alma de buitre, somos una verdadera mierda, decía, con más fuerza ya, y algunos se volvían para verlo; hubo un momento en que creí que íbamos a cambiar, que nos dirigíamos al verdadero encuentro con nosotros mismos, y no sé por qué lo pensé entonces pues ahora es lo mismo, sólo que antes la miseria no estaba tan a flote y la gente no era tan cínica, no se había descarado tanto; entonces creíamos que las cosas ahí iban, más o menos, y no pedíamos más; creíamos vivir ciclos, uno acaba, otro empieza, la energía se renueva y en realidad siempre era el mismo presente ruin, repugnante, el mismo embrollo, la misma confusión, la gritería, ahora todos gritan, se desgarran la ropa y no ven que sigue la misma pasividad de siempre que a todos nos tiene hundidos en la mierda desde hace años. Y que no me digan que nada ocurre, que todo está perfecto, si yo he vivido tantos años viendo cómo el aire asesinaba y todo se descomponía, a mí no me puedes andar con historias, yo vi lo que ocurrió, todos los días me he desayunado con la horrible verdad de que otro poco de vida buena se extinguía. Nos dejamos deslizar por una pendiente que íbamos edificando losa a losa, y ya que somos piojos aplastados, llantas ponchadas y reparchadas, ya que somos mierda, ni siquiera hemos podido ver verdaderos cabrones, no le damos grandeza a la maldad, ni siquiera sabemos lo que es eso, puro pobrediablismo, pinches diablitos ojetes con sus vasos de brandy barato en la mano, envueltos en polvos y humo, vestidos de cochambre, cagados y guacareados, o en autos lujosos, con ropa cara, guardaespaldas atrás, es igual ahora el viejo vociferaba con los músculos del cuello tensos y las venas hinchadas, y a mí de qué me sirvió leer megatoneladas de libros, saber tantos idiomas, almacenar tantos conocimientos, para acabar como esta puta ciudad: agonía perenne sin la bendición de la muerte, ¡húndete de una vez, hija de tu chingada madre! ¡Tu gran hazaña es ser la máxima ruina del mundo, ciudad jodida, ciudad jodida!

n la madre, se dijo. Qué pasa aquí, se preguntó el viejo al sentir un levísimo meneo que de pronto agarró fuerza y una sacudida espeluznante le bajó toda la sangre a los pies, la banca se removió entre chirridos de metal, los postes y los cables se agitaban, la gente abría los ojos con el máximo espanto, se daba cuenta perfecta de que estaba temblando y con un poder devastador. El viejo saltó de la banca pero en el suelo era lo mismo: trepidaba con fuerza, le provocaba un mareo invencible, la visión se le barría, las manos no hallaban dónde sujetarse, la agitación era pareja y, sobre todo, fuerte, alcanzaba a pensar el viejo, aún en el estupor y el terror, veía que los edificios se removían pesadamente, crujían, despedían nubes de polvo, los cables de electricidad finalmente se rompieron, chisporrotearon al caer, una explosión, un auto ardió y la gente, quemándose, salió corriendo, entre el estrépito ensordecedor de choques, golpes, gritos aterrados de gente atrapada, o que corría o trataba de permanecer en pie, más gente salía de casas y edificios, ¡ahora sí, hijos de la chingada!, ¡ahí tienen lo que buscaban!, bramaba el viejo, ebrio de terror, ¡no le saquen a las sacudidas de esta vieja madre! ¡Se está viniendo!, ¡gócenla, culeros!, caían grandes ramas, los árboles se bambolean, algunos se desplomaban pesadamente, y el viejo casi perdió el sentido cuando frente a él los rieles del tranvía no resistieron la tensión, estallaron en un chasquido sobrecogedor y el grueso lingote reblandecido se retorció como paréntesis invertidos que se alzaron en el aire, ay cabrón, ay canijo, esto sí está durísimo, está fuerte, gritaba el viejo, tambaleándose, entre la gente que huía de los autos que habían hecho explosión, de los potentísimos chorros de agua que brotaron por entre el concreto resquebrajado, la calle se agrietaba con crujidos secos, guturales, y chorros ahora turbios del drenaje volaban las tapas de las coladeras y se disparaban hacia arriba, ¡esto era lo único que nos faltaba!, ¡nos vamos a morir montados en esta montaña rusa! ¡Agárrense si pueden hijos de la chingada!, volvió a gritar el viejo con menos fuerza, las trepidaciones y las sacudidas no cesaban, eran eternas, al terror se sumaba la atroz premonición de que nunca iba a acabar, todo caería como se desplomaban los techos, un edificio de veinte pisos de pronto se ladeó y se resquebrajó, se vino abajo con una oleada de piedras, metales retorcidos, cristales, muebles, el primer piso de una casa cayó pesadamente, con nubes de polvo, explosiones, llamaradas, gritos desgarrados, no para, no para, un dolor de cabeza fulminaba al viejo, todo se está cayendo, alcanzó a musitar, esto es imposible, tiene que parar, ¡tiene que parar! La gente mostraba el máximo horror, estupor, mientras caían balcones, otros edificios se desmoronaban sobre la calle, los vehículos y la gente; los ruidos, golpes, gritos, ensordecían y el viejo no pudo sostenerse más en pie y se desplomó sentado, con las piernas extendidas, con las manos plantadas en la tierra del camellón, como niño. Entonces descubrió que el terremoto había cesado.

José Agustín.

De La palabra en juego (selección de Lauro Zavala).

jueves, 27 de julio de 2006

Los locos somos otro cosmos

Otto colocó los shocks. Rodolfo mostró los ojos con horror: dos globos rojos, torvos, con poco fósforo como bolsos fofos; combó los hombros, sollozó: "No doctor, no... loco no..." Sor Socorro lo frotó con yodo: "Pon flojos los codos -rogó-, ponlos como yo. Nosotros no somos ogros." Sor Flor tomó los mohosos polos color corcho ocroso; con gozo comprobó los shocks con los focos: los tronó, brotó polvo con ozono. Rodolfo oró, lloró con dolor: "No doctor Otto, shocks no..." Sor Socorro con monótono rostro colocó los pomos: ocho con formol, dos con bromo, otros con cloro. Rodolfo los nombró doctos, colosos, con dolorosos tonos los honró. Como no los colmó, los provocó: "Son sólo orcos, zorros, lobos. ¡Monos roñosos!" Sor Flor, con frondoso dorso, lo tomó por los hombros; sor Socorro lo coronó como robot con hosco gorro con plomos. Rodolfo con fogoso horror dobló los codos, forzó todos los poros, chocó con los pomos, los volcó; soltó tosco trompón, sor Socorro rodó como tronco. "¡Pronto, doctor Otto! -convocó sor Flor-. ¡Pronto con cloroformo! ¡Yo lo cojo!..." Rodolfo, lloroso con mocos, los confrontó como toro bronco; tomó rojo pomo, gordo como porrón. Sor Flor sonó como gong, rodó como trompo, zozobró.

Otto, solo con Rodolfo, rogó como follón, rogó con dolo: "Rodolfo... don Rodolfo, yo lo conozco... como doctor no gozo con los shocks; son lo forzoso. Los propongo con hondo dolor... Yo lloro por todos los locos, con shocks los compongo...

-No, doctor. No -sopló ronco Rodolfo-. Los shocks no son modos. Los locos no somos pollos. Los shocks son como hornos; son potros con motor, sonoros como coros o como cornos... No, doctor Otto, los shocks no son forzosos, son sólo poco costosos, son lo cómodo, lo no moroso, lo pronto... Doctor, los locos sólo somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, como formó los olmos o los osos o los chopos o los hongos. Todos somos colonos, sólo colonos. Nosotros somos los locos, otros son loros, otros, topos o zoólogos o, como vosotros, ontólogos. Yo no los compongo con shocks, no los troncho, no los rompo, no los normo...

Rodolfo monologó con honroso modo: probó, comprobó, cómo los locos sólo son lo otro. Otto, sordo como todo ortodoxo, no lo oyó, lo tomó por tonto; trocó todos los pros, los borró; sólo lo soportó por follón: obró con dolo. Rodolfo no lo notó. Otto rondó los pomos, tomó dos con cloroformo, como molotovs los botó. Rodolfo con los ojos rotos mostró los rojos hombros; notó poco dolor, borrosos los contornos, gordos los codos; flotó. Con horroroso torzón rodó con hondo sopor. Rodolfo soñó. Soñó con rocs, con blondos gnomos, con pomposos tronos, con pozos con oro, con foros boscosos con olorosos lotos. Todo lo tocó: los olmos con cocos, los conos con oporto rojo, los bongós con tonos como Fox Trot.

Otto lo forró con tosco cordón, lo sofocó. Rodolfo sólo roncó. Sor Socorro tornó con poco color. Sor Flor con bochorno tomó ron: "Oh, doctor -lloró-, oh, oh, nos dobló con sonoro trompón." Otto contó cómo lo controló.

-Otto, pospón los shocks -rogó sor Socorro.

-No, no los pospongo. Loco o no, yo lo jodo. No soporto los rollos... Pronto, ponlo con gorro.
-¿Cómo, doctor -notó sor Flor-, ocho volts?

-No, no sólo ocho. ¡Todos los volts! Yo no sólo drogo, yo domo... Lo domo o lo corrompo como bonzo.

-¡Oh no, doctor Otto!, como bonzo no.

-¡Cómo no, sor Socorro! Nosotros no somos tórtolos o mocosos; somos los doctos... ¡Ojo, sor Socorro! No soporto los complots...

Otto con morbo soltó todos los volts, los prolongó con gozo. Sor Socorro con sonrojo sollozó. Sor Flor oró por Rodolfo. Rodolfo roló como mono, tronó como mosco. Otto lo nombró: "Don gorgojo", "loco roñoso", "golfo". Rodolfo zozobró con sonso momo. Otto cortó los shocks.


Oscar de la Borbolla.
Los locos somos otro cosmos.


De La palabra en juego, antología del nuevo cuento mexicano, 2000
(Lauro Zavala, compilador).