José Sbarra
Fragmento de la novela Plástico Cruel
MARC Y EL POLICÍA
-Marc, sucia rata, ese brillo extraño que veo en sus ojos me confirma que usted se ha drogado.
-Oficial, me decepciona, usted dice "este joven se ha drogado", y cierra su mente como si fuera una caja metálica.
-O sea que es verdad. Efectivamente es adicto a las drogas.
-Todos somos adictos a algo en este país. Usted es adicto a su uniforme. Sin él se siente nada. Tiene que aprender a controlarse, oficial, si no algún día va a morir de sobredosis.
-¿Qué dice?
-Sobredosis de uniforme, oficial, se han dado casos terribles.
* * *
...La primavera era tardía, pero eso no tenía la menor importancia. Más tarde, rememorando esta época feliz con Valérie, de la que paradójicamente iba guardar tan pocos recuerdos, me diría que el hombre no está hecho para la felicidad. Para tener acceso real a la posibilidad práctica de la felicidad, el hombre debería transformarse; transformarse físicamente. ¿Con qué se puede comparar a Dios? En primer lugar con el coño de las mujeres, es evidente; pero también, quizás, con los vapores de un hammaán. En cualquier caso, con algo donde el espíritu pueda llegar a ser posible porque el cuerpo está saturado de contento y de placer, y toda inquietud ha sido abolida. Ahora estoy seguro de que el espíritu no ha nacido, que quiere nacer, y que su nacimiento será difícil, porque la idea que nos hemos hecho de él ahora es insuficiente y nociva. Cuando llevaba a Valérie al orgasmo, cuando sentía su cuerpo vibrar bajo el mío, a veces tenía la impresión, fugaz pero irresistible, de entrar en un nivel de conciencia completamente diferente, exento de todo mal. En esos momentos suspendidos, casi inmóviles, en que su cuerpo se elevaba hacia el placer, yo me sentía como un Dios del que dependieran la serenidad y las tormentas; ésa fue la primera alegría; indiscutible, perfecta.
"¿Para qué se escribe?
Para ser amado."
M. Foucault.