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martes, 30 de noviembre de 2010

José Agustín - Dos Horas de Sol


En 1995 la UNAM incorporó a su colección Viva Voz (un acervo sonoro en donde diversos autores latinoamericanos recitan sus propios textos) al maestrazo José Agustín, quien se adornó con la lectura de dos escritos bastante chingones:  Transportarán un Cadáver por Express, uno de sus cuentos más característicos; además de un capítulo de su loquísima novela Cerca del Fuego. La naturalidad con que el maese Agustín lee sus propios textos, sorprende; sus palabras caen con un ritmo desenfrenado y nos envuelven, involucrándonos por completo en la locura de sus personajes. Estas grabaciones salieron a la venta con el nombre DOS HORAS DE SOL, homónimo de una novela suya. Conseguí este cassette hace tiempo y, la verdad, no sé si exista edición en CD o en algún formato digital; pero atendiendo a varias peticiones que llegan por aquí, pidiendo material de José Agustín, les comparto el audio directo desde mi cassettera.

miércoles, 23 de abril de 2008

En la Ruta de la Onda


Aprovecho el
Día mundial del libro y el derecho de autor, para retomar este espacio que tanto me gusta, y al mismo tiempo compartir un texto que es clave para enterarse de cómo pasaron las cosas en torno al nacimiento del rock tanto en Estados Unidos como en México: un ensayo histórico y filosófico desde el mismísimo interior del movimiento, donde Parménides García Saldaña nos lo cuenta todo con la naturalidad, el sentido crítico y la crema que nunca le faltan.

Del "incidente" de Altamont a Jack Kerouac, los beatniks y el jazz, James Dean, Elvis Presley y el papel del negro en la música gabacha, Bob Dylan, el folk, la onda yippie, el lenguaje de la onda, la marihuana, "el ñero", la falocracia y las pandillas, Tin Tán, el swing, "el junior", la clase media, Chuck Berry, la beatlemanía y la desacralización de los Rolling Stones...

Este es un libro que todos los rockers deben conocer y difundir. Acompáñenlo con cerveza fría, un porro y por supuesto ¡mucho rocanrol!

* * *

En el lenguaje de la onda está el síntoma del adolescente clase media por vivir la aventura. Ir hacia ese modo distinto de hablar –penetrando en los barrios bajos- es viajar hasta la fuente de la libertad que se cree localizable en los impulsos, en el instante. En ese instante donde no interviene la conducta condicionada, predeterminada por la educación y las convenciones, sino que sólo requiere la participación del individuo en el momento: la vida hay que vivirla. En el otro lado de la conciencia.

El lenguaje de la onda desconoce sistemas, leyes, porque es creado de lo efímero, es creado para el instante. El lenguaje de la onda, así visto, es una de las formas que contienen el signo de la rebeldía. Pasando el tiempo tal vez es el único resto más o menos perdurable del cadáver de toda onda, porque en él esa onda –una onda- trató de definirse, perpetuarse, buscar una interpretación a su divergencia.

Brandito ya tiene su uniforme que lo hace temido, despreciado. Su creencia en ese aspecto temible y despreciable lo hacen sentirse. El uniforme es para indicar su presencia a los otros. Él tiene el poder en las calles donde ha llegado su fama. Y sólo comparte el poder con los que personifican como él mismo el papel de branditos en la ciudad de México.

Estos brandos traducidos al mexicano son los pioneros de la onda que llegaron a la ciudad de México en la primera mitad de la década de los cincuenta. ¿Cuál era su onda?

Las pandillas: Chicos Malos de Peralvillo, Gatunos del sur de la ciudad de México, Los Nazis de Portales, Los Azotes de la Narvarte, los de la Roma. Célebres fueron El Flotador, La Monina, Pepencho, La Marrana, El Poli. ¡Aquí la Guerrero!

Sus victorias en pleitos callejeros contra pandillas de otras calles los hicieron famosos más allá de sus colonias. Se les temió y aborreció. Fueron los Chavos Más Malditos de México. Arrojados, audaces, valientes, sin miedo al peligro, al filo de la muerte. Fríos ante la calaca. El cine estaba en las calles. “Juventud desenfrenada” que fue sólo el reflejo de la desenfrenada mente del cine mexicano. Marlon Brando se ha multiplicado. Marlon Brando se ha vuelto representación, reflejo. La onda fue ser el más listo, tiro con las viejas. La onda fue traer la mejor nalga. La onda fue ser el más chingón para los chingadazos. La onda fue aguantar todo más que los cuates: más alcohol en la sangre, más venidas con las viejas. La onda es resistencia.

Entre más rudo, frío, indiferente, se era el más chingón. ¿Y quién tenía un lenguaje tan áspero, salvaje, original, audaz como nuestro ondero brandonero? Pues el ñero. Mis ñeros, que son mis carnales, mis hermanos del alma, mis camaradas, mis tovariches, mis partners.

Is barniz. El ñero es nuestro manito, nuestro compita, el carnal que comparte nuestras penas y nuestras alegrías, nuestro blues y nuestro rhythm & blues. Nuestro ñero entiende nuestra onda porque anda en la misma onda que nosotros. Con el mismo blues en la sangre.

* * *

Para leerlo completo
¡Descárgalo acá!


EN LA RUTA DE LA ONDA
Parménides García Saldaña
Ed. Diógenes
1972


viernes, 7 de diciembre de 2007

El rey criollo

Respondiendo a la solicitud de nutrocker, por acá les dejo otro libro de Parménides García Saldaña. Estos cuentos además de estar llenos de anécdotas y cosas de la vida diaria de un adolescente cuyas principales preocupaciones son el sexo (o su ausencia) y el rock, también ofrecen un retrato de la clase media mexicana de finales de los sesentas, con su doble moral y otras enormes contradicciones.

El texto que le da título al libro, es una crónica muy sabrosa del estreno en México de King Creole, la peli de Elvis. Y sobre todo, del desmadre, la rivalidad entre pandillas, los prejuicios machistas que aún entre los "alivianados" persistían y persisten, así como el rocanrol y el delirio que El Rey es capaz de provocar. Al final viene un epílogo de José Agustín que no hay que perderse, así que a leer... ¡y a bailar!

Bueno como decía, todos le tienen mala fe a Elvis, como dicen que dijo que prefería besar a tres negras que a una mexicana, uy, pues todo eso influyó y pues nada más es por coraje, porque Elvis, aunque no les guste, es un chingón y punto. Canta a toda madre, baila a todo dar, y por algo es el Rey del Rocanrol, y pues los grandes ya caducaron. Que Gardel era divino y que Pedro Vargas también y que Jorge Negrete y que Pedro Infante y que Nicolás Urcelay canta precioso y que las canciones de borrachos y putas de Agustín Lara, ay sí tú… Digo, vale madre, yo me digo: ¿Cómo les van a gustar las canciones de Elvis? ¿Cómo las van a entender? ¿Cómo les va a gustar “Hound Dog”, “All Shook Up”, “King Creole”, “Hard Headed Woman”, “Are You Lonesome Tonight”, “Fever”, “One Night”, “Blue Suede Shoes”, “Treat Me Nice”? Que música de locos y todo eso. Digo, digo, a uno le da un poco de coraje todo esto, aunque pues me vale madres. Y pues, como dice mi hermana, hay que vivir la vida. Si a mi papá le gusta esa de estoy-en-el-rincón-de-una-cantina… pues no me interesa, digo-que-me-vale-madres.

Bueno, pues yo decía que fui a ver King Creole, y que aquello había sido un maldito relajo, un verdadero destrampe. En parte yo me sentía un poco no sé cómo, pero me sentía un poco mal. Mi novia Lulú me había rogado como desesperada que la llevara al cine. Ama a Elvis. Que se moría de las ganas de verlo, que no seas así, que nada más te gusta divertirte solo y andar con tus amigos, mamá me dio permiso de ir contigo y con mi hermana; cómo me choca que las mujeres quieran hacer su santa voluntad, bueno, pero no me importa, digo, ya saben cómo son las mujeres, y Lulú diciéndome que yo no la quería y que parecía que me amargaba la vida y que era mi juguete y esas cosas que le reprochan a uno las mujeres y yo mira gorda que te adoro, comprende las circunstancias, ya quedé con mis amigos y eso, y ella: prefieres andar con tus amigos, y yo: gordita chula, te quiero mucho, bien lo sabes pero no te llevo, imposible. Y bueno, para no prolongarla, nos enojamos.

Es que yo sé qué clase de viejas van a ver las películas del Rey Presley, puras de la danza moderna y guerreras y pues preferí que nos enojáramos a llevarla. Digo todo esto porque al Gordo le sucedió una cosa bien chistosa. Cuando llegamos al movies y uno de nosotros se formó en la cola para lo que se forma uno en la cola de un cine, el Gordo vio entre la cola a su novia. Y que se encabrona el Gordo y los cachetes se le pusieron rojos del coraje y de pena. Y claro, tenía razón. Y fue a donde estaba su gorda y le dijo:

-No entres… vete a tu casa.

Su gorda prefirió a Elvis.

* * *

Descarga el libro completo aquí

* * *


jueves, 1 de noviembre de 2007

Pasto Verde

Esta es la primera novela de Parménides García Saldaña, otro producto del convulso año de 1968. Lo único que les diré es que este texto por siempre adolescente me ha devuelto la capacidad de asombro y las ganas de escribir, sin mayor pretensión que divertirme y documentar mi momento. El resto de la reseña, la dejo a cargo de Marco X, un rocker que generosamente escaneó su libro para que todos lo pudiésemos disfrutar:

"... que lo que publiques en tu blog y mi pequeña colaboración sirva de ofrenda, junto con un buen cigarro y un drink, para que Parménides Garcia Saldaña sea recordado y no muera realmente, reconociendo su formidable vigencia, a estas alturas del nuevo siglo, que se reconozca su capacidad literaria y más allá de condenar sus actitudes, vicios y hasta locuras, se recuerde a un hombre que vivió su tiempo con una actitud comprometida consigo mismo y que nunca claudicó o transformó su pensar a cambio de fama o comodidad, ¡yo me muero como viví!, diría el gran Silvio.

más que la apología de las drogas el alcohol el rock and roll y el sexo, o el uso de un lenguaje violento sucio, ofensivo o clasista, Parménides escribe la realidad de su tiempo: la hipocresía, la falsa moral, la política y las poses de una generación subyugada por sus padres, el estado, la iglesia. También escribe de sus vivencias sin freno, de la libertad vivida hasta las últimas consecuencias, llámese pisar carcel, hospital siquiatrico, baldíos, cantinas de buena muerte y cuartuchos de azotea.

cuando leí el libro, sus páginas se convirtieron en una gran ventana por la cual me veía volando en un cielo azul con mis zapatos alas y vi a muchos amigos y parientes siendo felices en el rol, cotorreando bien acá y disfrutando de la música, fumando y simplemente viviendo! ahi sabor."

* * *

si Cristo no pudo cambiar al mundo menos lo voy a cambiar yo

por eso nena estoy ahora metido de camionero viajando por todo el país para ver si de veras vivimos como en parís

aquí estoy escribiendo esto y no un libro de texto aquí estoy viviendo un día más No de veras que no sé qué voy a hacer mañana No sé qué vas a hacer tú nena te vas a levantar temprano y vas a ir a la escuela y vas a estar todo el día aburrida o vas a ir a la oficina y vas a esperar que las horas pasen y pasen para regresar a tu casa y estar aburrida

pero nena ya no hay que confundir los colores

sé donde está el blanco en este Paraísodelanada y trataré diario de ser como no fui ayer y trataré de no ser como los demás y por eso hoy uso lentes oscuros nada más para distinguirme y por eso uso botas de cuero con barro para no olvidarme del camino andado y por eso escucho discos de los Rolling Stones y los Beatles para no confundirme con la gente fresa y para no confundirme con la gente cuadrada uso la melena abultada y nena recuerda que de tu situación tus papás no tienen la culpa de nada nada más que tú debes de saber quién decide tu vida si la estulticia o la calma si el nuevo bravo mundo o la decadencia yo no soy del pri porque las instituciones me enferman

me enferma no sentirme libre y en la vida nena hay que ser libres libres como el viento libres como los pájaros y las abejas como los árboles y las flores

las instituciones asesinaron a Cristo nena

que predicaba el bien el amor el cielo la vida

y los estoy viendo a ustedes banqueros comerciantes licenciados en derecho militares pelusarios los estoy viendo crucificando a Cristo

¡Los estoy viendo a ustedes bastardos ustedes los dignos representantes de las instituciones!

ustedes los dueños de las joyas y los edificios ustedes los señores directores de las oficinas públicas ustedes césares albañiles del odio dueños de las vidas ajenas

lo bueno es que yo nunca me he creído un perro faldero lo bueno es que yo nunca he seguido modelos yo me he instruido he leído libros extranjeros ajenos a su idiosincrasia o idiotagracia pero no se espanten chaparroburgueses yo sólo sé leer en inglés y todo lo que estoy diciendo lo leí en las obras de Shakespeare y también en la vida del Buscón de Quevedo yo más que mexicano debo de ser un charro francés y desde entonces ando en el camino regalando Howl que es un poema de Allen Ginsberg!

y lo más seguro es que mañana no me importe porque mañana es otro día un día nuevo y no sé si haré otra cosa porque en primera y en segunda y en tercera no sé a qué hora voy a levantarme porque no uso reloj despertador para no atrofiarme los oídos

Recuerden hijos míos que cuando se vive en las tinieblas se le quiere arrojar piedras a cualquiera y hay veces qu a uno mismo pero esto cuando menos es más honesto. But ¿para qué arrojar piedras? ¿Para qué? No tiene caso sería participar en el juego. Y cuando uno juega termina confundido porque la gente que juega no piensa y la que piensa llena la vida de reglas y es muy fácil demostrar esto le da uno una palmada a alguien y de pronto esa gente se queda empty y a mitad del camino desaparece La onda es hacer lo que uno quiera y punto y ya

* * *

martes, 19 de septiembre de 2006

En la madre, está temblando


El viejo se detuvo en la esquina, junto a un puesto de periódicos. Su visión se había ablandado y le costaba trabajo respirar, es la bola de años, se dijo. De vez en cuando le ocurrían pérdidas casi totales de energía, claro que en esta ocasión también están los tragos, pensó.

Frente a él se hallaba la avenida Álvaro Obregón, con sus réplicas de viejas estatuas. Había bancas en el camellón y franjas de prado con jardineras y altos árboles, el sitio perfecto para aterrizar un momento y recargar la pila, pensó al ver una banca desocupada bajo la sombra. Dejó pasar un grupo de autos pero después se lanzó al arroyo conteniendo a los coches con una mano quietos ahí cabroncitos, dejen pasar a La Bola. Lo insultaron con la bocina pero él no se inmutó. Jadeando, se acomodó en la banca.

Ese mediodía era pesado, el aire se había enrarecido por la contaminación y se respiraba una atmósfera reseca, como de aserrín asoleado, calificó el viejo que tomaba aire en la banca. Respiró profundamente varias veces, qué pedo me traigo, pensó y cuando se serenaba un poco lo conmocionó un estruendo de chillidos de llantas, láminas que chocan, cristales estallados. Justo frente a él un auto se detuvo tan abruptamente que el de atrás se le incrustó.

El viejo apenas contenía la temblorina que le dejó el sobresalto, necesito un trago, exactamente. Del bolsillo sacó una botellita de brandy barato y bebió de ella un largo trago; después extrajo lo que parecía una polvera de plástico y que era un vaso plegable; el viejo lo abrió como periscopio. Se sirvió un poco de brandy, lo bebió, plegó el vaso de golpe y observó el lío que el choque había causado.

La circulación se había detenido, muchos vehículos bocineaban neuróticamente y los dueños de los coches discutían rodeados por una multitud de curiosos, arréglense antes de que llegue la policía, dijo alguien, pero lo ignoraron. Los dos conductores se echaban la culpa mutuamente y no cedían. Más gente llegaba a presenciar el pleito que tenía como fondo musical una verdadera muralla de bocinazos.

Ya cállense, masculló el viejo lárguense de aquí con su ruidero, ¿qué no hay un sitio en esta ciudad donde uno pueda cultivar sus achaques en paz?, mascullaba, mira nada más qué descontón… Uno de los conductores había propinado un golpe repentino y terrible a su contrincante, y lo derribó; en el acto procedió a patearlo con vigor. Joder, murmuró el viejo cuando la gente le bloqueó la visibilidad, y se puso en pie para seguir el pleito. Pero, ya de pie, tampoco pudo ver nada, salvo el movimiento excitado de la gente. Sólo advirtió el tumulto que se había formado, el embotellamiento interminable de autos, y se fue llenando de ira desolada, porque a su edad, pensaba, le era difícil reconciliarse con todo eso. Qué cambio tan devastador había tenido la ciudad. Hasta su propia memoria le rehusaba imágenes de esa avenida en la normalidad de muchso años antes, por qué te hicieron eso, mhija, dijo, tan hermosa como eras, cómo pudiste permitir que toda la manada de estúpidos te violara y mancillara, que todos esos zánganos te devastaran, te acabaron los que se sienten los dueños del mundo, que quieren todo rápido y sin problemas, que se creen dueños del futuro y sólo son pobres topos que tragan tierra negra y creen estar en las alturas, igual que los jodidos, infeliz pueblo que te has envilecido, que has pisoteado a los pocos hombres buenos que pariste, siempre sojuzgado por alguien: españoles, franceses, gringos, mexicanos con alma de buitre, somos una verdadera mierda, decía, con más fuerza ya, y algunos se volvían para verlo; hubo un momento en que creí que íbamos a cambiar, que nos dirigíamos al verdadero encuentro con nosotros mismos, y no sé por qué lo pensé entonces pues ahora es lo mismo, sólo que antes la miseria no estaba tan a flote y la gente no era tan cínica, no se había descarado tanto; entonces creíamos que las cosas ahí iban, más o menos, y no pedíamos más; creíamos vivir ciclos, uno acaba, otro empieza, la energía se renueva y en realidad siempre era el mismo presente ruin, repugnante, el mismo embrollo, la misma confusión, la gritería, ahora todos gritan, se desgarran la ropa y no ven que sigue la misma pasividad de siempre que a todos nos tiene hundidos en la mierda desde hace años. Y que no me digan que nada ocurre, que todo está perfecto, si yo he vivido tantos años viendo cómo el aire asesinaba y todo se descomponía, a mí no me puedes andar con historias, yo vi lo que ocurrió, todos los días me he desayunado con la horrible verdad de que otro poco de vida buena se extinguía. Nos dejamos deslizar por una pendiente que íbamos edificando losa a losa, y ya que somos piojos aplastados, llantas ponchadas y reparchadas, ya que somos mierda, ni siquiera hemos podido ver verdaderos cabrones, no le damos grandeza a la maldad, ni siquiera sabemos lo que es eso, puro pobrediablismo, pinches diablitos ojetes con sus vasos de brandy barato en la mano, envueltos en polvos y humo, vestidos de cochambre, cagados y guacareados, o en autos lujosos, con ropa cara, guardaespaldas atrás, es igual ahora el viejo vociferaba con los músculos del cuello tensos y las venas hinchadas, y a mí de qué me sirvió leer megatoneladas de libros, saber tantos idiomas, almacenar tantos conocimientos, para acabar como esta puta ciudad: agonía perenne sin la bendición de la muerte, ¡húndete de una vez, hija de tu chingada madre! ¡Tu gran hazaña es ser la máxima ruina del mundo, ciudad jodida, ciudad jodida!

n la madre, se dijo. Qué pasa aquí, se preguntó el viejo al sentir un levísimo meneo que de pronto agarró fuerza y una sacudida espeluznante le bajó toda la sangre a los pies, la banca se removió entre chirridos de metal, los postes y los cables se agitaban, la gente abría los ojos con el máximo espanto, se daba cuenta perfecta de que estaba temblando y con un poder devastador. El viejo saltó de la banca pero en el suelo era lo mismo: trepidaba con fuerza, le provocaba un mareo invencible, la visión se le barría, las manos no hallaban dónde sujetarse, la agitación era pareja y, sobre todo, fuerte, alcanzaba a pensar el viejo, aún en el estupor y el terror, veía que los edificios se removían pesadamente, crujían, despedían nubes de polvo, los cables de electricidad finalmente se rompieron, chisporrotearon al caer, una explosión, un auto ardió y la gente, quemándose, salió corriendo, entre el estrépito ensordecedor de choques, golpes, gritos aterrados de gente atrapada, o que corría o trataba de permanecer en pie, más gente salía de casas y edificios, ¡ahora sí, hijos de la chingada!, ¡ahí tienen lo que buscaban!, bramaba el viejo, ebrio de terror, ¡no le saquen a las sacudidas de esta vieja madre! ¡Se está viniendo!, ¡gócenla, culeros!, caían grandes ramas, los árboles se bambolean, algunos se desplomaban pesadamente, y el viejo casi perdió el sentido cuando frente a él los rieles del tranvía no resistieron la tensión, estallaron en un chasquido sobrecogedor y el grueso lingote reblandecido se retorció como paréntesis invertidos que se alzaron en el aire, ay cabrón, ay canijo, esto sí está durísimo, está fuerte, gritaba el viejo, tambaleándose, entre la gente que huía de los autos que habían hecho explosión, de los potentísimos chorros de agua que brotaron por entre el concreto resquebrajado, la calle se agrietaba con crujidos secos, guturales, y chorros ahora turbios del drenaje volaban las tapas de las coladeras y se disparaban hacia arriba, ¡esto era lo único que nos faltaba!, ¡nos vamos a morir montados en esta montaña rusa! ¡Agárrense si pueden hijos de la chingada!, volvió a gritar el viejo con menos fuerza, las trepidaciones y las sacudidas no cesaban, eran eternas, al terror se sumaba la atroz premonición de que nunca iba a acabar, todo caería como se desplomaban los techos, un edificio de veinte pisos de pronto se ladeó y se resquebrajó, se vino abajo con una oleada de piedras, metales retorcidos, cristales, muebles, el primer piso de una casa cayó pesadamente, con nubes de polvo, explosiones, llamaradas, gritos desgarrados, no para, no para, un dolor de cabeza fulminaba al viejo, todo se está cayendo, alcanzó a musitar, esto es imposible, tiene que parar, ¡tiene que parar! La gente mostraba el máximo horror, estupor, mientras caían balcones, otros edificios se desmoronaban sobre la calle, los vehículos y la gente; los ruidos, golpes, gritos, ensordecían y el viejo no pudo sostenerse más en pie y se desplomó sentado, con las piernas extendidas, con las manos plantadas en la tierra del camellón, como niño. Entonces descubrió que el terremoto había cesado.

José Agustín.

De La palabra en juego (selección de Lauro Zavala).

martes, 8 de agosto de 2006

El rey criollo

Antes de empezar la película era un auténtico relajo, un vil desmadre como se dice vulgarmente. Las pandillas gritaban: ¡Aquí la Guerrero! ¡Aquí la Roma! ¡ChinguenasuputamadrelosputosojetesdelaNarvarte! No sé a qué se debe que seamos tan odiados. ¡LosnacosdelaGuerreronosvienenapelarlaverga! O los gritos entre los gritos: ¡Todaslasviejasdeallaabajosonunaboladeputasculeras! ¡Yallegósupadrehijosdelachingada! Y luego un cuate con voz de trueno gritando: ¡Chingueasumadreelquenoladre! Y todo el pinchecine ladra y ladra, creo que hasta las viejas, menos yo porque no le hago caso a cualquierpendejo. Y yo por acá y por allá, allende y acullá, saludando a cuates de la prepa: al Malhecho, al Chiras, a Germán el pianista del conjunto de la prepa llamado Los Boppers, al Greña Brava, al Mechas de Indio, al Solícito, en fin a todos los seguidores de Elvis y el rock. Y entra y entra cuates y cuates en bola, silbando, risa y risa. Y que entran unas viejas con chamarras de cuero con suásticas pintadas, pony tails n’ bobby socks, muy rocanroleras, con libros y cuadernos. Y una boladecabrones las rodeó. Las viejas del miedo no saben qué hacer. Los cuates: ¡Órale, órale! Yo me preguntaba: órale qué. Las viejas bien espantadas, fruncidas a morir. ¡Déjenos ir! Uno que otro las manoseaba discretamente. Las viejas: ¿Qué quieren? Unos cuates: ¡Déjenlas! Y uno: ¡Que bailen! ¡Sí, que bailen!, respondió la bola. ¡Que bailen! Y la que parecía la líder: Okey, si bailamos, ¿nos dejan? Y un cuate empezó a cantar: Bibopalula es mi beibi / Bibopalula nadie sabe cómo te quiero yo, te quiero yo, te quiero yo / Bibopalula no me dejes así, me dejes así, me dejes así. Y las pinchesviejas baila y baila como locas, sacudiéndose todas. Los cuates palmotea y palmotea, chasqueando los dedos. La jefa era la que hacía pasos a la Elvis por aquí y por allá, temblando una pierna. Las otras: ¿ya? ¿ya? Y loscabrones: otra y ya. Y luego el cantante antipresley: ese pollito yo vi cómo se me sonrió… Y de la multitud de rebeldes surgieron unos héroes. Ya estuvo bueno, déjenlas. Y las dejaron ir. Salieron como cohetes. Felices de que nada más las hubieran hecho bailar y no les hubieran hecho otra cosa. Se apagaron las luces y todo el cine se calló. Un silencio largo, largo. Y cuando empezaron los noticieros todo el mundo mentandolelamadre al cácaro, silbando. El Noticiero Continental parecía no tener sonido, todo mundo rayándolesuputamadrealcabrón que hablaba. Luego unas voces cantando: Me voy pa’l pueblo/ hoy es mi día /chingueasumadrelapolicía. Y claro, todo el mundo se puso a cantar. Yo estaba botado de la risa, canta y canta: Me voy pa’l pueblo/ hoy es mi día /chingueasumadrelapolicía. Y luego una voz por un micrófono dijo que si seguía el desmadre la función sería interrumpida. Todos lementaronlamadre al dueño de la voz. Y empezó King Creole.
El bajo, las voces de Los Jordanaires. La voz del Rey: There’s a man in New Orleans who plays the rock n’ roll…
Abajo las viejas gritando, arriba también los cuates. Todos palmoteando, chasqueando los dedos al compás de “King Creole”. Y cuando apareció Elvis algunos gritándole.
Todos fumában como locos. Elvis, recargado en un barandal de la terraza de una casa vieja colonial de New Orleans cantaba “Crawfish”, los cuates chasqueaban los dedos. Yo fuma y fuma. Mis cuates palmoteando cuando Elvis cantaba “Trouble” en el cabaret de los años veinte, el Golden Goose, padre, digo, chingonchingonísimo. Elvis bailando depocamadre, de seguro abajo, las nenas locas, muertas, delirando, extasiadas. Algunas viejas gritaban como si las estuvieran desflorando o algo por el estilo. Pero en realidad abajo casi estaba en silencio. Entre una escena romántica entre Elvis y la heroína, unos gritaron: ¡Yacógetelabuey! ¡Esaviejaesputa! ¡Yanoesquinto! ¡Yanoseteparaniconglobos! Los cigarros volando y brillando por aquí y por allá como luciérnagas. Elvis cantaba “Don’t ask me why”. Rock lento: I’ll go on living you / Don´t ask me why / Don’t know what else to do / Don’t ask me why / Hoy wad my heart would be / if you should go… Y yo pensansando en Lulú: junto a mi en el cine. Y cuando Elvis cantaba “Lover Doll”: …You’re the cutest lover doll… I’m crazy for you… Let me rock you in my arms… I’ll take you home… Let me be your lover boy, let me be your lover boy… Yo y Lulú en una fiesta bailando, yo y Lulú en la sala de su casa, yo y Lulú caminando por una calle al atardecer, yo con mi guitarra de dos cuerdas rocanroleando. Young dreams, my Herat is fill with young dreams… In my eyes, oh can you see in my eyes that you are the only one / who make my young dreams come true… /Take my hand… Oh darlin’ take my hand… And let me make you part of all my young dreams… sentados en la alfombra, oyendo el disco en la sala de la casa de Lulú.
Bienchingona la película, cuando por lo que sea el cine estaba en silencio, unas viejas entraron, empezaron a buscar asientos. Y del silencio surgió un grito: ¡Carne! ¡Carne! ¡Caaarrneeee! Y una bola se abalanzó contra ellas. Y ellas empezaron a gritar y los cuates se las cachondeaban por todos lados… Ellas lloraban. Una de ellas gritó:
-¡Hija! ¡Hija! ¡Dios mío!
Algunos cuates las defendieron, se armaronlosmadrazos y ellas pudieron huir, medio desvestidas, luego pareció que ya todo se había calmado, pero empezaron a arrancar los asientos de las butacas y a aventarlos, todo mundo corriendo como loco por todas partes, como si se estuviera incendiando el cine. La función se interrumpió y encendieron las luces. Y siguió el desmadre hasta que llegaron los granaderos y nos sacaron a todos del cine. Las chamacas espantadas de verles la cara como nalgasdegorila a los granaderos. Nada pasó, los granaderos no le hicieron nada a nadie.


Parménides García Saldaña
El rey criollo (cuento, fragmento), de El rey criollo, 1967/1997.

La tumba

Si inclino la cabeza, ¿qué pasa? Nada. Siempre me pregunté que si en lugar de masa encefálica no tendría algún líquido dentro de mi cerebro. Como el de los encendedores. Movía la cabeza, tratando de escuchar ruidos.
Me divertía más eso que oír las alegrías de los amigos de mi padre. Uno de ellos, el señor Noimportasunombre, estaba muy acalorado y hasta podía decirse que intimidaba a los demás. Otro señor ídem, calvo y esquelético, lo reprobaba con movimientos periódicos de cabeza.
¿Tendrá algo gris dentro de ese óvalo?, me pregunté, pareciéndome graciosa la idea.
El señor Acalorado se calmó y siguieron platicando tranquilamente. Al entrar mi padre, alguien dijo que yo era un muchacho muy serio y rió con estupidez. Después, se volvió hacia mí, paternal.
-¿Qué estudias?
-Entré en la preparatoria.
-¿Listo para sobresalir?
-¡Sí!
-¿Es cierto que hablas francés?
-Sí, señor.
-¡Qué bien!
-Escribe –terció mi padre.
-¿Qué escribes?
-Cuentos, novelas; en resumen, estupideces.
-¿Qué tratan tus novelas?
-Lo que se puede, señor.
-¿Abordas problemas sexuales?
-Cuando es necesario, señor.
-Eso es muy interesante.
-No, no lo es, señor, nunca me ha interesado el morbo ni escribir para morbosos.
La cara se le encendió cuando mi padre me lanzaba una mirada severa. Sonreí. Merecido lo tienes, por cochino.
Siguieron platicando. Alguien se lanzó a narrar, con todo lujo de precisiones, la última escaramuza de su incesante persecución de faldas. Me miraron de soslayo.
Maldije la hora en que había decidido acompañar a mi padre a su club. Jacques, que creía filosofar, alguna vez sentenció:
-Si el aburrimiento matase, en el mundo sólo habría tumbas.
Juzgué en esos momentos que tenía razón, para luego recurrir a la pregunta acerca del interior de mi cerebro.
¿Líquido?, ¡psst! -¿Qué estaría haciendo el Círculo Literario? -¿Masa encefálica, o fálica nada más? –Iban a leer a Kierkegaard, je je, una parte del Concepto de la angustia. –Un torrente de líquido artificial corre por mi cerebro. –Debí haber ido. –Y no sólo en la cabeza: en todo el organismo. -¡Ahora, seguramente, destrozan a Kierkegaard! –Las venas, llenas. –Pero cuando hablen de Nietzsche, Jacques lo defenderá con ardor. –Nos suena-. Se cree superhombre.
¡Zas!, una muchacha entró, seguida de un hombre obeso. Ojos vivos, nariz perfecta. Muy bonita. Se hacen las presentaciones. Germaine Noentendí, hija de conocido explotador extranjero.
-Mucho gusto.
-El gusto es suyo.
Nos aconsejan que salgamos a tomar un refresco.
-Encantado.
Camina muy chic. Veinte años, no más. Entramos en el bar.
-Un high.
-Ídem.
Me mira, sonriendo cortésmente. Por supuesto, trata de aquilatarme.
-¿Pasé?
-¿Cómo?
-Que si pasé el examen.
Sonríe.
-Sí.
-¿Con qué calificación?
-Mínima aprobatoria –riendo.
-Ajá.
-¿Y yo?
-Aprobadísima, con mención et all.
Pensé: Esto no va del todo mal. Llega el mesero con los whiskies. Ahora, las preguntas de rigor, comienza la ronda de siempre.
-¿Cómo te llamas?
-Gabriel Guía es el nombre.
-¿Con dos ges? Yo me llamo Germaine Giraudoux.
-Con dos ges también.
-Sí.
-Es gracioso. Y tú, ¿qué haces?
-Pretendo estudiar.
-Ah. ¿Y qué estudias?
-Filosofía.
(Que je suis un menteur!)
-Eso no está mal.
-No, no lo está. Y tú, ¿a qué te dedicas, digo, aparte de frecuentar este horrendo club de señores panzones?
-No me dedico más que a lo normal.
-¿Qué es lo normal?
-La sarta de estupideces por las que atravesamos.
-¿Qué, en resumen?
-Es claro: la vida.
-…
-¡Anda, eso es interesante!
-No, querido Gabriel, no lo es.
(Sceptique?)
-Okay.
-¿Y cómo andas de filosofía?
-Pues…
-¿Qué hay con este muchacho Kierkegaard?
-Es bueno.
-¿Heidegger?
-Ídem.
-¿Y Nietzsche?
-No exageremos.
-Pues no andamos tan lejos.
-Eso me agrada.
-¿Tienes coche?
-Yep.
-¿Todo tuyo?
-Para mí solito.
-Entonces paga. Esfumémonos de aquí.
-Perfecto. Este lugar me hincha.
Pagado el adeudo (dos jaiboles, treinta y dos pesos), salimos. En el coche iba silenciosa, sonriendo de una manera extraña. Ya había anochecido. Di algunas vueltas absurdas y luego me interné en una calle oscura. (Delectatio.) Parpadeaba con una velocidad increíble al decir:
-¿Tan rápido?
y mirándome con una casi húmeda manera, tiró el cigarro por la ventanilla. Contesté simplemente:
-¿Qué esperamos?
Besaba muy raro, con una especie de refinamiento para mí desconocido. Al preguntarle por el origen de su kissin’ way, sólo dijo:
-Es mi estilo.


José Agustín
La tumba (novela, fragmento), 1964.