martes, 8 de agosto de 2006

La tumba

Si inclino la cabeza, ¿qué pasa? Nada. Siempre me pregunté que si en lugar de masa encefálica no tendría algún líquido dentro de mi cerebro. Como el de los encendedores. Movía la cabeza, tratando de escuchar ruidos.
Me divertía más eso que oír las alegrías de los amigos de mi padre. Uno de ellos, el señor Noimportasunombre, estaba muy acalorado y hasta podía decirse que intimidaba a los demás. Otro señor ídem, calvo y esquelético, lo reprobaba con movimientos periódicos de cabeza.
¿Tendrá algo gris dentro de ese óvalo?, me pregunté, pareciéndome graciosa la idea.
El señor Acalorado se calmó y siguieron platicando tranquilamente. Al entrar mi padre, alguien dijo que yo era un muchacho muy serio y rió con estupidez. Después, se volvió hacia mí, paternal.
-¿Qué estudias?
-Entré en la preparatoria.
-¿Listo para sobresalir?
-¡Sí!
-¿Es cierto que hablas francés?
-Sí, señor.
-¡Qué bien!
-Escribe –terció mi padre.
-¿Qué escribes?
-Cuentos, novelas; en resumen, estupideces.
-¿Qué tratan tus novelas?
-Lo que se puede, señor.
-¿Abordas problemas sexuales?
-Cuando es necesario, señor.
-Eso es muy interesante.
-No, no lo es, señor, nunca me ha interesado el morbo ni escribir para morbosos.
La cara se le encendió cuando mi padre me lanzaba una mirada severa. Sonreí. Merecido lo tienes, por cochino.
Siguieron platicando. Alguien se lanzó a narrar, con todo lujo de precisiones, la última escaramuza de su incesante persecución de faldas. Me miraron de soslayo.
Maldije la hora en que había decidido acompañar a mi padre a su club. Jacques, que creía filosofar, alguna vez sentenció:
-Si el aburrimiento matase, en el mundo sólo habría tumbas.
Juzgué en esos momentos que tenía razón, para luego recurrir a la pregunta acerca del interior de mi cerebro.
¿Líquido?, ¡psst! -¿Qué estaría haciendo el Círculo Literario? -¿Masa encefálica, o fálica nada más? –Iban a leer a Kierkegaard, je je, una parte del Concepto de la angustia. –Un torrente de líquido artificial corre por mi cerebro. –Debí haber ido. –Y no sólo en la cabeza: en todo el organismo. -¡Ahora, seguramente, destrozan a Kierkegaard! –Las venas, llenas. –Pero cuando hablen de Nietzsche, Jacques lo defenderá con ardor. –Nos suena-. Se cree superhombre.
¡Zas!, una muchacha entró, seguida de un hombre obeso. Ojos vivos, nariz perfecta. Muy bonita. Se hacen las presentaciones. Germaine Noentendí, hija de conocido explotador extranjero.
-Mucho gusto.
-El gusto es suyo.
Nos aconsejan que salgamos a tomar un refresco.
-Encantado.
Camina muy chic. Veinte años, no más. Entramos en el bar.
-Un high.
-Ídem.
Me mira, sonriendo cortésmente. Por supuesto, trata de aquilatarme.
-¿Pasé?
-¿Cómo?
-Que si pasé el examen.
Sonríe.
-Sí.
-¿Con qué calificación?
-Mínima aprobatoria –riendo.
-Ajá.
-¿Y yo?
-Aprobadísima, con mención et all.
Pensé: Esto no va del todo mal. Llega el mesero con los whiskies. Ahora, las preguntas de rigor, comienza la ronda de siempre.
-¿Cómo te llamas?
-Gabriel Guía es el nombre.
-¿Con dos ges? Yo me llamo Germaine Giraudoux.
-Con dos ges también.
-Sí.
-Es gracioso. Y tú, ¿qué haces?
-Pretendo estudiar.
-Ah. ¿Y qué estudias?
-Filosofía.
(Que je suis un menteur!)
-Eso no está mal.
-No, no lo está. Y tú, ¿a qué te dedicas, digo, aparte de frecuentar este horrendo club de señores panzones?
-No me dedico más que a lo normal.
-¿Qué es lo normal?
-La sarta de estupideces por las que atravesamos.
-¿Qué, en resumen?
-Es claro: la vida.
-…
-¡Anda, eso es interesante!
-No, querido Gabriel, no lo es.
(Sceptique?)
-Okay.
-¿Y cómo andas de filosofía?
-Pues…
-¿Qué hay con este muchacho Kierkegaard?
-Es bueno.
-¿Heidegger?
-Ídem.
-¿Y Nietzsche?
-No exageremos.
-Pues no andamos tan lejos.
-Eso me agrada.
-¿Tienes coche?
-Yep.
-¿Todo tuyo?
-Para mí solito.
-Entonces paga. Esfumémonos de aquí.
-Perfecto. Este lugar me hincha.
Pagado el adeudo (dos jaiboles, treinta y dos pesos), salimos. En el coche iba silenciosa, sonriendo de una manera extraña. Ya había anochecido. Di algunas vueltas absurdas y luego me interné en una calle oscura. (Delectatio.) Parpadeaba con una velocidad increíble al decir:
-¿Tan rápido?
y mirándome con una casi húmeda manera, tiró el cigarro por la ventanilla. Contesté simplemente:
-¿Qué esperamos?
Besaba muy raro, con una especie de refinamiento para mí desconocido. Al preguntarle por el origen de su kissin’ way, sólo dijo:
-Es mi estilo.


José Agustín
La tumba (novela, fragmento), 1964.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me encantó tu blog MIS LIBROS SON ROCK. Soy periodista y locutor de radio, en México DF. Tengo un programa de radio en:

http://www.earthmusicnetwork.com/antologia/

Ahí tengo un programa sobre Los Beats, José Agustín y Parménides García Saldaña

espero me escribas a:

beatleasa@hotmail.com

Saludos.