jueves, 27 de octubre de 2011

Un poema de Fernando Paredes



Cuando me veas barbón
y usando suéter cachemir
no te acerques
no digas nada

... ando mal

traigo caspa en los ojos
lagañas en las manos
mocos en la boca
escurrimientos en el corazón

Entonces soy el cerebro
cansado de pensar

El alma inservible
del viejo transistor

El perro abandonado
por la niña de labios rojos

Y soy también
todo lo idiota que puedas imaginar.

Cuando me veas caminando
y hablándole a la calle
no te acerques
no me llames

ando mal

Se me ocurre matar
a la señora del peinado raro

al estudiante de zapatos blancos

a la muchacha que ríe y ríe y ríe

Se me antoja morir

a las cinco de la tarde

a las diez de la mañana

el lunes el martes el miércoles

y los días de guardar

Se me olvida tu nombre
tu cara
Se me olvida lo que te dije ayer
cuando te quería

Cuando me veas sentado
enfrente de tu casa
llama a la policía
Saca el cuchillo cebollero
Y vigila tras la cortina

Ando mal
y estoy pensando
en subirme a tu cuerpo
morder tu cabello
lamerte las manos
chuparte la boca
romperte el vestido
y quedarme pegado a ti
así
todo el día

Llama a los vecinos
Al presidente de colonia
Al diputado Barraza
A los ángeles azules
A san Benito
A san Cuauhtémoc
A san Nicolás

Llama al imbécil ese que tanto te gusta

Ando mal
y estoy pensando.

Cuando me veas leyendo
un libro de forros desgastados
huye despavorida:

un cadáver exquisito
me está enseñando
a odiar al mundo
con minucia selectiva

Me está diciendo
que todo se repite

una y otra vez
una y otra vez
una dos tres

Me está poniendo en la cabeza
pájaros moribundos
asteroides destrozados
kilos de ceniza
chapopote burbujeante
y gordas cucharadas
de inanición

Entonces soy todos los defectos de la Historia

La garantía vencida el mes pasado

El agujero a donde se te fue la risa

El cumpleaños en que nadie tocó a tu puerta

La sensación
de no estar haciendo
algo bueno
con la vida

Soy algo informe
que te informa
de lo que nunca te querías enterar...

Pero si un día me ves esperando
a que pase un taxi
cerca de la madrugada
y respondo a tu saludo

detente
abre la puerta
invítame a subir
llévame a casa
y platícame sin prisas
cómo es que te va
Pasaremos un buen rato
recordando aquella vez en que…
Fernando Paredes


Tomado del Libro
Al Diablo Adentro
Disculpe Las Molestias Ediciones, 2009, México D.F

miércoles, 21 de septiembre de 2011

10




Me impide hablar el peso de la lengua.
Sin mi consentimiento lima los colmillos,
dándole a la saliva la misión precisa
de existir como trampa transparente.
Y la lengua, ya pez embravecido
por todos los azules del silencio,
busca la insurrección de las papilas
o la trama bullente de sus venas,
para poder narrar su cautiverio
con pequeñas punzadas en el aire
de un paladar nacido para nada
que no sea el gusto de cubrir el hueso.
¿Nombran a Dios al bostezar los peces?
¿Abren la boca con la sed debida?


Francisco Hernández


Imán para fantasmas
Biblioteca Era y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
2004, México DF

viernes, 9 de septiembre de 2011

Fauna de los Estados Unidos




La jocosa mitología de los campamentos de hacheros de Wisconsin y de Minnesota incluye singulares criaturas, en las que, seguramente, nadie ha creído.

El Hidebehind siempre está detrás de algo. Por más vueltas que diera un hombre, siempre lo tenía detrás y por eso nadie lo ha visto, aunque ha matado y devorado a varios leñadores.

El Roperite, animal del tamaño de un petiso, tiene un pico semejante a una cuerda, que le sirve para enlazar a los conejos más rápidos.

El Teakettler debe su nombre al ruido que hace, semejante al del agua hirviendo de la caldera del té; echa humo por la boca, camina para atrás y ha sido visto muy pocas veces.

El Axehandle Hound tiene la cabeza en forma de hacha, el cuerpo en forma de mango de hacha, patas retaconas, y se alimenta exclusivamente de mangos de hacha.

Entre los peces de esta región están los Upland Trouts que anidan en los árboles, vuelan muy bien y tienen miedo al agua.

Existe además el Goofang, que nada para atrás para que no se le meta el agua en los ojos y es del tamaño exacto del pez rueda, pero mucho más grande.

No olvidemos el Goofus Bird, pájaro que construye el nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa adónde va, sino dónde estuvo.

El Gillygaloo anidaba en las escarpadas laderas de la famosa Pyramid Forty. Ponía huevos cuadrados para que no rodaran y se perdieran. Los leñadores cocían estos huevos y los usaban como dados.

El Pinnacle Grouse sólo tenía un ala que le permitía volar en una sola dirección, dando infinitamente la vuelta a un cerro cónico. El color del plumaje variaba según las estaciones y según la condición del observador.


Jorge Luis Borges
Manual de Zoología Fantástica
Breviarios del Fondo de Cultura Económica
México, 2010

sábado, 3 de septiembre de 2011

El sino del escorpión


Ninguna fatalidad pesa sobre los escorpiones aparte de la fatalidad de que todo mundo los considere como tales, de modo que se ven en la necesidad de vivir bajo las piedras húmedas y entre las hendiduras de los edificios, en los rincones sin luz, una vida enormemente secreta y nostálgica después de haber devorado dulce y lentamente a su madre. Ahí están los escorpiones, sin saber nada de sí mismos, mientras otros animales cuando menos tienen una vaga referencia de su propio ser; pero los escorpiones no. En su tremendo mundo de sombras únicamente les está permitido mirar a sus semejantes, a nadie más. Y aun la enternecedora circunstancia de haber devorado a su madre les impide obtener la información que hubiese podido proporcionarles, respecto al mundo, alguien de mayor experiencia que ellos.


Al escorpión sus semejantes lo trastornan y lo hacen sufrir de un modo indecible porque, sobre todo, no sabe si sus semejantes son diferentes a él o en absoluto, no se le asemejan en nada, como suele ocurrir. Trata entonces de verse de algún modo y comprende que ninguna mejor forma de verse que la de ser nombrado. Pues él ignora cómo se llama y también que no puede ser visto por nadie.


Anhela al mundo. Trata de conocer a los otros seres de la naturaleza, en particular –ignorándolo– a los que menos lo quieren y menos lo comprenden. Se imagina que sería bello estar a su lado, servirles, adornarles la piel con su hermoso cuerpo de oro. Pero es imposible.


Así, sufre un sobresalto espantoso cuando, sobre la pared blanca –esa superficie lunar y ambicionada que tan enfermizamente le fascina–, se abate sobre él la persecución injusta y sin sentido, ya que no trataba de hacer mal a nadie. Su estupor no tiene límites: más bien muere de estupor antes de que lo aplasten, porque en cierta forma aquello le parece de una alevosía indigna de aquel ser a quien tanto deseaba observar, contemplar y tal vez amar, ¿por qué no?, si ese ser, que lo hace con otros, se dignara darle un nombre a él, al pobre ecorpión.


Nadie ha podido explicarle –por supuesto– que esa secreción suya es veneno. ¿Quién podría decírselo? Ningún animal, ningún otro ser viviente podría decírselo, ya que, al sólo verlo, sin averiguar sus intenciones, lo matan enseguida y aun él mismo muere, si nadie lo mata, después de hundir sus amorosas tenazas en aquel cuerpo. (El piensa que aquello es un simple acto amoroso, unas nupcias en que se comunica con el mundo y se entrega desinteresadamente, sin que cuente siquiera con la parte de suicidio inesperado que tal acto contiene). De aquí que entre los escorpiones no pueda existir la tradición; ninguno puede decir a sus descendientes: no hagas esto o aquello, no salgas bajo la luz, no aparezcas en las paredes blancas, no te deslices, no trates de acariciar a nadie, pues ninguno de ellos ha vivido para contarlo. Sufren de tal suerte la más increíble soledad, sin saber cuando menos que son bellos. Aparecen, cuando lo hacen, tan sólo por curiosidad de sí mismos: es el único ser de la naturaleza al que le está prohibido ser Narciso y sin embargo se empeña en verse, porque nadie se ve si no lo han visto, ni cuando, si lo ven, muere.


Como no pueden otra cosa y se pasan la vida escuchando lo que ocurre en el mundo exterior, los escorpiones se dan entre sí los más diversos nombres: amor mío, maldito seas, te quiero con toda el alma, por qué llegaste tan tarde, estoy muy sola, cuándo terminará esta vida, déjame, no sabría decirte si te quiero. Palabras que oyen desde el fondo de los ladrillos, desde la podredumbre seca y violenta, entre las vigas de algún hotelucho, o desde los fríos tubos de hierro de un excusado oloroso a creolina. Porque ellos, repetimos, no saben que se llaman escorpiones o alacranes. No lo saben. Y así, sin saberlo, se sienten requeridos por alguien en las tinieblas, entre besos húmedos o pobres centavos que suenan sobre una mesa desnuda, y salen entonces para ser muertos y para que se hable de ellos en los lavaderos donde las mujeres reprenden a los niños, y los niños de pecho devoran a sus madres apenas sin sentirlo. Aquello resulta un espantoso fraude –piensan los escorpiones–. ¿Para qué nos dijeron aquellas palabras que nosotros creíamos nuestro nombre? ¿Para qué llamarnos malditos, ni eso de ya no trajiste el gasto otra vez, ni aquello de andas con otro, ni lo absurdamente final de te quiero como anadie en el mundo, si todo era para matarnos, si todo era para no dejarnos se testigos de lo que amamos con toda el alma y que a lo mejor es el hombre?


José Revueltas
Material de los Sueños

EDICIONES ERA

2007


lunes, 4 de abril de 2011

Otro Tigre

Acá un nuevo espacio, en donde se hablará de muchas cosas. Dénle a la imagen para entrar:
http://otro-tigre.blogspot.com/

Y pronto más por acá también.

viernes, 4 de febrero de 2011

Siento que voy alejándome

Siento que voy alejándome, que voy saliéndome
poco a poco de esta realidad de las mañanas y las tardes
y voy entrando a un mundo que estoy construyéndome
con mis deseos y mis ansiedades y todas las cosas
reprimidas que empiezan a querer salírseme
y que me empujan, casi sin darme cuenta,
en la incertidumbre, allí donde deberé quedarme sola,
donde me da miedo ir, porque sé que tendré que asumir
toda la responsabilidad del haberme dado cuenta,
del saber que no todo es aire y agua y pan y leche
y que hay algo más que nos rodea, que está
en la atmósfera, que nos persigue y espera
para envolvernos en esa belleza dolorosa
que quisiéramos compartir y acercarla a los demás
pero que, al contrario, nos aleja, nos hace sentirnos
irreales, diferentes, como que acabáramos de nacer
a un mundo que no conocimos hasta entonces o como
que hubiésemos llegado de la estrella más cercana
o de la más lejana y estamos abiertos totalmente
a las hojas, al ruido, sintiendo derramarse la vida,
sintiendo que nos acercamos a ésa, la verdadera
realidad, aunque todos crean lo contrario
y nosotros no podamos explicárselo.

Gioconda Belli

lunes, 24 de enero de 2011

Aullido


Allen Ginsberg no necesita presentación. Howl (Aullido) es uno de los textos clave para adentrarse en el místico y salvaje universo de la Generación Beat, en donde la búsqueda de la libertad, con todas sus implicaciones, era el eje motriz de toda su literatura. Para los lectores latinoamericanos, el gran problema de  los beat es la dificultad  de encontrar traducciones locales que los acerquen a nuestro contexto.  Al menos en México, con una industria editorial dominada por empresas europeas, las traducciones gachupinas son la única opción en la mayoría de los casos y casi siempre nos dejan con un mal sabor de boca.

Para contrarrestar esto, algunas pequeñas editoriales se han dado a la tarea de publicar algunos textos con una traducción más cercana a nuestro léxico. Tal es el caso de esta versión de Howl, autorizada por el mismo Ginsberg y realizada por el poeta José Vicente Anaya, asiduo estudioso de la Generación Beat, quien además tuvo la sensatez de trastocar varios de los versos originales en favor de la fuerza y espíritu del poema en vez de presentarnos otra traducción literal, en donde se sacrifique a la poesía por respetar al autor. 


Bájenlo de aquí: