miércoles, 21 de septiembre de 2011

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Me impide hablar el peso de la lengua.
Sin mi consentimiento lima los colmillos,
dándole a la saliva la misión precisa
de existir como trampa transparente.
Y la lengua, ya pez embravecido
por todos los azules del silencio,
busca la insurrección de las papilas
o la trama bullente de sus venas,
para poder narrar su cautiverio
con pequeñas punzadas en el aire
de un paladar nacido para nada
que no sea el gusto de cubrir el hueso.
¿Nombran a Dios al bostezar los peces?
¿Abren la boca con la sed debida?


Francisco Hernández


Imán para fantasmas
Biblioteca Era y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
2004, México DF

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