viernes, 18 de enero de 2008

El hereje rebelde

Quizá recuerden a Oscar de la Borbolla porque entre otras cosas, es uno de los conductores de La dichosa palabra. Pero lo que aquí nos ocupa es que este hombre además de hablar muy bien, escribe, y además gusta de experimentar y jugar con el lenguaje!!

De él ya habíamos publicado aquí otro cuento, que en su momento me sorprendió bastante pues se trata de un ejercicio prodigioso en el que el autor nos cuenta una historia perfectamente coherente utilizando palabras que sólo tienen la vocal O. Ya sólo eso era suficiente para que yo me declarara admiradora de este escritor, así que imagínense mi sorpresa cuando hurgando en un puesto de libros usados, me encontré este librito donde junto con otros dos buenos textos ("Dios en la tierra" de José Revueltas y "La dimensión de un hombre" de Cristina Pacheco) viene EL HEREJE REBELDE, un cuento que únicamente utiliza palabras con E!! Esto me dejó poco menos que perpleja, así que investigué y me enteré de que los dos textos se desprenden de un libro llamado Las vocales malditas, y para nuestra buena fortuna, se encuentra disponible en la red.

Los cuentos, además de estar escritos con bastante gracia, tienen un mensaje profundamente humanista y subversivo, ¡se los recomiendo con fervor!


EL HEREJE REBELDE

En el verde césped del edén, célebre sede de creyentes, el decente Efrén se estremece. Tres deberes del mes lee en el templete del regente: “Defender el vergel del Hereje Rebelde, tener fe en el celeste Jefe de tez perenne, ser excelente”. El membrete del Jefe es esplendente, se ve de kermesse. Esther se embellece enfrente de Efrén, es de temple terrestre, cree levemente en el deber, el degenere en vez de repelerle le vence. Se ven brevemente, temen se decrete el envejecer, se envenene el éter, se cercene gente, se eleve el jerez.

Desde el estrés del Jefe el edén decrece, el excedente le pertenece, se ejercen leyes dementes, se debe beber detergente en vez de leche, ser pelele, ser pedestre, ser deferente; es menester entretenerse en tejer redes, en prender rebeldes. En el este, trece rehenes perecen de sed; en el frente fenecen de herpes, de peste. El edén ennegrece, se pretende reprender herejes, perderles.

-¡Eh, Esther, ven!, relee el deber. El jefe se excede.

-¿Prevees el tren del semestre?...

Me enteré del brete de gente decente en el este: nenes, bebés perecen. El clemente es el Hereje Rebelde: desprende el ente del crecer, mete el entender, cede excelentes mercedes. El Rebelde merece el belvedere…

-Esther, eres efervescente. Ten en mente el menester del Jefe, es rete vehemente, de repente crece, reverdece, expele seres…

-Ese vejete me prende. Es jefe, regente, gerente. Perennemente deberes: “llévenme el neceser”, “llénenme de peces”, “repten”, “trepen”, “dejen de verme”, “récenme preces”, “enderécense”, “respétenme”, “festéjenme”, “perseveren”, “refrénense”, “esperen”, “vegeten”, “déjense”. Se cree el Ser, el Tres Reyes; es el jején del edén.

-¡Esther! ¡Detente! ¿Pretendes descreer de Él?

-¡Efrén, temerle es endeblez! ¡El presente debe ser del Rebelde! Él es terrestre, es el envés del Jefe. De él es ese “dejen de depender”, ese “mézclense”, ese “bésense”, ese “deséense”. El entender debe extenderse.

-¡Esther, se te mete el Rebelde!

-¡Emerge Efrén!, eres decente. Despréndete de ese pelele, es memez de bebel. Ve de frente, mereces se te respete, se te deje beber, expeler semen, tenderte en el césped. Mereces se te revele el ser del éter celeste, se te eleve, se te deje emprender. El emprender es el eje del entender…

-Efrén se mece: es el deber del Jefe enfrente del descreer rebelde; teme le desherede, le eche del edén, le fleten de res, le llenen de herretes; Esther le embebe, se mete en él, le vence: “Tenerme en el césped… tenerme trece veces… excederte… es… es… excelente Efrén”.

De repente el éter emerge del celeste Jefe: “¡Ejem! ¡Dejen de entenebrecerme, seres febles! ¡Vermes! Refléjenme, venérenme, échense, desesperen. Les generé de heces en el retrete del desdén, les presté el verde edén. Les exenté de fenecer. Les estrellé el éter. Les enderecé el pesebre. Les enseñé el deber… ¡Me entenebrecen, seres herejes, les perderé! ¡Recelen! Efrén, desde este mes debes merecer el jerez. Te meteré vehemente sed. Este deber te merme, te reste, te cercene… Esther, eres gente terrestre, plebe de rebelde, te he de vencer. Desde el belem, Efrén te despeche, te cele, te frene…”

El Jefe les expele, les mete reveses dementes, el eje del edén cede, el templete se estremece, el verde se desprende, se ennegrece el vergel. Se les ve perder el esplendente ser: Esther envejece, Efrén precede. El brete es de meses, de repente entrevé en el celere presente encenderse el éter: es el Rebelde.

-¡Esther, Efrén, espérenme!... Serénense, desenrédense de ese temple, peleen. Es menester se despejen; perder el edén es el destete. El Jefe es endeble. Dejen de temerle, es celeste, depende del creer, del tenerle fe… ¿Preñez?, ¡éjele!, entérense: se prevee… ¿Merecer el jerez?, ¡éjele!, Se emprende… de este enser emerge excelente jerez… Estrenen el entender rebelde, creen enseres. Eleven este terrestre edén, céntrense en él. Es breve este entremés, embelésense, deséense, desde este mes se pertenecen, les pertenece el excedente, llénense, bésense, rebélense. ¡Es menester vencer!

miércoles, 9 de enero de 2008

Corrientes de lo alterno, vol.1

Corrientes de lo alterno es una deliciosa colección de ensayos sobre música cuyos temas van del trash al acid jazz, pasando por el rock chicano, el grunge, Frank Zappa y la música minimal. Los ensayos aparecieron originalmente en la revista Corriente alterna, y luego fueron compilados por Sergio Monsalvo para la Editorial Ponciano Arriaga de San Luis Potosí, que los editó en dos volúmenes.

Además de abordar la historia de los géneros y dar buenas referencias de discos quehayqueescuchar, este libro trae una amplia colección de anécdotas del rock, e información sobre ciertos temas que están estrechamente relacionados con él, como el sadomasoquismo, el cyberpunk o el (des)uso del vinil.

Este tema llamó mi atención porque soy fan de los acetatos, tengo algunos que atesoro y por supuesto que escucho (también me hice ya de algunas agujas porque quien sabe hasta cuando siga siendo posible encontrarlas). Los textos en torno a este friki pero rockerísimo vicio que es el vinil son muy buenos y aquí se los dejo todos por si tienen ganas de leerlos:
  • El acetato, últimos estertores (David Cortés)
  • ¡Ay, mis discos! (Hugo García Michel)
  • Los negritos, o cuando el monoaural cumplía funciones monoptéricas (Héctor León Diez)
  • Los últimos románticos del vinil (José Xavier Návar)
  • Un anacronismo delicioso (Xavier Quirarte)
  • Aquellos ojos negros (Carlos Rubio Rosell)
  • El long play, una forma de arte perdida para siempre (Jorge R. Soto)
  • Confesiones de un traidor (Xavier Velasco)
  • Un aura que devuelve la mirada (Sergio Monsalvo C.)
  • Semblanza a 33 R.P.M. (Sergio Monsalvo C.)


* * *

EL ACETATO, ÚLTIMOS ESTERTORES

David Cortés


Hace unos meses, el colectivo de músicos y, al mismo tiempo, sello independiente Quiet Artworks puso en circulación Akasa/Für Cleo y No Is E Monocle, dos álbumes en los cuales lo sorprendente es la cantidad de ideas puestas en juego y el formato que las contiene. Sin proclamar la nostalgia, la naciente compañía ha lanzado este par de discos en un material digno de anticuarios: el vinil.

Un acto osado al final del milenio. ¿Quién, en los tiempos modernos se atreve a grabar en vinil? La conversión de la industria fue veloz, convirtió al acetato en un objeto prehistórico, pero cada vez que un nuevo compacto aparece y deja de lado a un vinil en el camino, quien esto escribe recuerda las ocasiones en las cuales solía hacerse de sus primeros discos.

La convivencia con un trozo de acetato que guarda música en cada uno de sus surcos ha sido una de las más gratas. Esas piezas, para algunos un trozo sin significado ni valor alguno –emocional o económico-, son los objetos de una relación fructífera. Fieles, los discos esperaban su turno para ser tocados, sabedores de que no importaba el tiempo en el cual permanecían silenciosos, tarde o temprano se regresaba a ellos para extraer sus secretos.

La emoción empezaba con la selección. Ir a la tienda mejor surtida –en ese entonces ninguna superaba a Hit 70- y hurgar entre las interminables cajas. Tal vez uno tuviera en mente un disco en particular, pero siempre sucedía algo curioso. Uno se detenía para ver las portadas y las examinaba con sumo cuidado, incluso aquellas cuya música no era del interés personal. El arte gráfico de entonces era más gratificante, sin duda alguna, y cuando uno emergía de la tienda con un par de discos la rabia era incontenible. Adentro quedaba un universo entero por descubrir, y el par de acetatos bajo el brazo únicamente mitigarían el hambre momentáneamente.

Comenzaba entonces una suerte de ritual. Subir al metro o al camión, esperar que alguien desocupara el asiento y entonces abismarse en la contemplación de las portadas; leer, cuando los brincoteos del automotor lo permitían, la información de la compra, reconocer nombres, extrañarse ante aquellos desconocidos e, incapaz de contener el ansia, abrir el celofán para revisar el interior. Las letras, generalmente impresas en la funda interior, eran la lectura obligada en el trayecto a casa.

No hay nada más hermoso que la límpida superficie de un acetato recién abierto. Su característico olor penetraba el olfato y al descender la aguja sobre el surco, sin producir ruido alguno, se tendía un manto en el que era imposible no dejarse llevar. Todas las devociones de mi melomanía nacieron de este contubernio: Bowie, Stones, Eagles, el rock progresivo, Gabriel. Ellos se encargaron de marcarme muy temprano y extendieron la capacidad de mis sentidos no sólo con su música; también eligieron la imagen de las portadas como sus ayudantes en esa iniciación. No había goce más excitante que toparse con una portada de funda doble y seguir a través de ella una historia delirante (Gong o Genesis, por ejemplo).

Hoy el acetato es un objeto en desuso, el patito feo de una industria, incluso el cassette lo ha logrado vencer; pero los compactos, tal vez por su excesiva pulcritud y por aceptar un manejo tosco, no merecen el mismo respeto de sus antecesores. De alguna manera los CDs han degradado el amor por la música. Han elevado su fidelidad, alargado el contenido y eliminado el molesto scratch, pero también esa relación de extremos cuidados se ha roto.

Por eso, ahora que la compañía Quiet Artworks ha editado este par de acetatos no deja de sorprenderme. Han optado por la contracorriente, a la espera de que su ejemplo se mantenga como una muestra de la devoción a un arte por el arte mismo, y no como un ente mercantil con la posibilidad de acceder a un mercado masivo, pero desgraciadamente los tiempos son poco favorables y hoy el acetato, ése que tantas alegrías y decepciones procurara en el pasado, termina por dar sus últimos estertores de vida.


Corrientes de lo Alterno Vol.1
Sergio Monsalvo (compilador)
Ed. Ponciano Arriaga
San Luis Potosí, 1998