martes, 5 de septiembre de 2006
18 aforismos 18
Amar: odiar toda cautela.
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Si no hay nada que nos ayude a vivir
difícilmente encontraremos el menor pretexto
que nos ayude a pegarnos un tiro.
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O la estupidez arde y duele como dolería un brazo
arrancado de cuajo o nunca podríamos sanar de ella.
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Quisiéramos estar siempre como nunca.
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La única diferencia apreciable entre filosofía y literatura
es que la primera finge que sabe,
mientras que la segunda sabe que finge.
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Nunca sabremos por qué estamos deprimidos
-pues de saberlo más bien nos ganaría la risa.
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La mayor utilidad de la historia es
la de mantener bien afilada la escala que sirve
para medir nuestra actual putrefacción.
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Las rutinas son útiles porque nos demuestran
que nada predecible vale la pena.
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No escribimos ni por asombro ni por deseo
ni por angustia, sino porque todo ello nos resulta
de algún modo insuficiente.
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El infierno es éticamente superior al cielo: llegamos
a él porque queremos, no porque lo merezcamos.
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La madurez se define por un incontrolado
aumento de la capacidad de indecisión.
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Hay suficiente religión en no creer.
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La memoria: imaginación enjaulada.
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¿El arte de la conversación? Un sustituto
tardío del despiojamiento colectivo.
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Si pensar es equivocarse, leer es dos veces equivocarse.
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Perder el sentido del humor es peor
que perder el sentido en general.
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La embriaguez –tan sólo una lucidez inexperta.
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Los aforismos son extraños porque constituyen, en bloque,
el argumento más contundente que pueda esgrimirse
contra la necesidad de argumentar.
Sergio Espinosa Proa,
De Decápites, 1995.
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