De él ya habíamos publicado aquí otro cuento, que en su momento me sorprendió bastante pues se trata de un ejercicio prodigioso en el que el autor nos cuenta una historia perfectamente coherente utilizando palabras que sólo tienen la vocal O. Ya sólo eso era suficiente para que yo me declarara admiradora de este escritor, así que imagínense mi sorpresa cuando hurgando en un puesto de libros usados, me encontré este librito donde junto con otros dos buenos textos ("Dios en la tierra" de José Revueltas y "La dimensión de un hombre" de Cristina Pacheco) viene EL HEREJE REBELDE, un cuento que únicamente utiliza palabras con E!! Esto me dejó poco menos que perpleja, así que investigué y me enteré de que los dos textos se desprenden de un libro llamado Las vocales malditas, y para nuestra buena fortuna, se encuentra disponible en la red.
Los cuentos, además de estar escritos con bastante gracia, tienen un mensaje profundamente humanista y subversivo, ¡se los recomiendo con fervor!
En el verde césped del edén, célebre sede de creyentes, el decente Efrén se estremece. Tres deberes del mes lee en el templete del regente: “Defender el vergel del Hereje Rebelde, tener fe en el celeste Jefe de tez perenne, ser excelente”. El membrete del Jefe es esplendente, se ve de kermesse. Esther se embellece enfrente de Efrén, es de temple terrestre, cree levemente en el deber, el degenere en vez de repelerle le vence. Se ven brevemente, temen se decrete el envejecer, se envenene el éter, se cercene gente, se eleve el jerez.
Desde el estrés del Jefe el edén decrece, el excedente le pertenece, se ejercen leyes dementes, se debe beber detergente en vez de leche, ser pelele, ser pedestre, ser deferente; es menester entretenerse en tejer redes, en prender rebeldes. En el este, trece rehenes perecen de sed; en el frente fenecen de herpes, de peste. El edén ennegrece, se pretende reprender herejes, perderles.
-¡Eh, Esther, ven!, relee el deber. El jefe se excede.
-¿Prevees el tren del semestre?...
Me enteré del brete de gente decente en el este: nenes, bebés perecen. El clemente es el Hereje Rebelde: desprende el ente del crecer, mete el entender, cede excelentes mercedes. El Rebelde merece el belvedere…
-Esther, eres efervescente. Ten en mente el menester del Jefe, es rete vehemente, de repente crece, reverdece, expele seres…
-Ese vejete me prende. Es jefe, regente, gerente. Perennemente deberes: “llévenme el neceser”, “llénenme de peces”, “repten”, “trepen”, “dejen de verme”, “récenme preces”, “enderécense”, “respétenme”, “festéjenme”, “perseveren”, “refrénense”, “esperen”, “vegeten”, “déjense”. Se cree el Ser, el Tres Reyes; es el jején del edén.
-¡Esther! ¡Detente! ¿Pretendes descreer de Él?
-¡Efrén, temerle es endeblez! ¡El presente debe ser del Rebelde! Él es terrestre, es el envés del Jefe. De él es ese “dejen de depender”, ese “mézclense”, ese “bésense”, ese “deséense”. El entender debe extenderse.
-¡Esther, se te mete el Rebelde!
-¡Emerge Efrén!, eres decente. Despréndete de ese pelele, es memez de bebel. Ve de frente, mereces se te respete, se te deje beber, expeler semen, tenderte en el césped. Mereces se te revele el ser del éter celeste, se te eleve, se te deje emprender. El emprender es el eje del entender…
-Efrén se mece: es el deber del Jefe enfrente del descreer rebelde; teme le desherede, le eche del edén, le fleten de res, le llenen de herretes; Esther le embebe, se mete en él, le vence: “Tenerme en el césped… tenerme trece veces… excederte… es… es… excelente Efrén”.
De repente el éter emerge del celeste Jefe: “¡Ejem! ¡Dejen de entenebrecerme, seres febles! ¡Vermes! Refléjenme, venérenme, échense, desesperen. Les generé de heces en el retrete del desdén, les presté el verde edén. Les exenté de fenecer. Les estrellé el éter. Les enderecé el pesebre. Les enseñé el deber… ¡Me entenebrecen, seres herejes, les perderé! ¡Recelen! Efrén, desde este mes debes merecer el jerez. Te meteré vehemente sed. Este deber te merme, te reste, te cercene… Esther, eres gente terrestre, plebe de rebelde, te he de vencer. Desde el belem, Efrén te despeche, te cele, te frene…”
El Jefe les expele, les mete reveses dementes, el eje del edén cede, el templete se estremece, el verde se desprende, se ennegrece el vergel. Se les ve perder el esplendente ser: Esther envejece, Efrén precede. El brete es de meses, de repente entrevé en el celere presente encenderse el éter: es el Rebelde.
-¡Esther, Efrén, espérenme!... Serénense, desenrédense de ese temple, peleen. Es menester se despejen; perder el edén es el destete. El Jefe es endeble. Dejen de temerle, es celeste, depende del creer, del tenerle fe… ¿Preñez?, ¡éjele!, entérense: se prevee… ¿Merecer el jerez?, ¡éjele!, Se emprende… de este enser emerge excelente jerez… Estrenen el entender rebelde, creen enseres. Eleven este terrestre edén, céntrense en él. Es breve este entremés, embelésense, deséense, desde este mes se pertenecen, les pertenece el excedente, llénense, bésense, rebélense. ¡Es menester vencer!